DEBATAMOS MICHOACÁN: El odio mata

Pese a la existencia de normas, instituciones y política pública para evitar la violencia y promover la convivencia, continúo pensando que es una necesidad imperiosa trabajar para la construcción de Paz y evitar la violencia en todos los segmentos de la población, principalmente en las instituciones como la familia, la iglesia y la escuela; esa violencia que se ve,  que se lee, que se escucha, que se siente, que se vive, que se expresa con el cuerpo, con las gesticulaciones, y que se dirige a las personas cuando son consideradas sin valor en sus cuerpos, cuando eres parte de un grupo vulnerado históricamente y que ahora se le suman las culpas de la violencia que se viven porque eres diferente.

En este sentido, considero que las ideologías machistas, misóginas, clasistas, racistas,  homófobas, lesbófobas, de bifobia, transfobia,  no se han desterrado del discurso y nuestras  narrativas y, están vigentes y se encuentran vivas en nuestra sociedad, no importa el estatus que tengas: de autoridad religiosa, de docente, padre de familia,  todos fuimos formados bajo este enfoque, que data del proceso de colonización y que hoy urge un giro decolonial, de tener un pensamiento crítico para transitar a otras formas de organización e intersubjetivación que eviten las ideologías y los discursos de odio, que dañan a las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad y que son antesala de los crímenes de odio.

Hace unos meses escribí la propuesta de Odiontómetro, como una manera de conocer y expresar la escala el odio en las personas, y que, de una expresión de odio, podemos hacer apología de un discurso, de una narrativa y el preámbulo de un crimen de odio. Hace ya más de un año, se instaló el Observatorio de los Crímenes de Odio por Homofobia en Michoacán, y en poco tiempo, nos damos cuenta que era necesario desde hace muchos años contar con un instrumento para detener estos procesos de exclusión que desde los grupos fácticos se emplean para mantener un estado de cosas que a dichos grupos les interesa que permanezca posiciones ideológicas opresivas en contra de los cuerpos que son considerados como anormales, y sobre los cuales es fácil expresar narrativas para descalificar y echar culpas de distintos problemas, a los grupos que viven una orientación sexual distinta a la heterosexual.

No, no nos confundamos, las personas que viven en diversidad sexual, como tampoco las mujeres que toman de manera libre la decisión sobre su cuerpo, no somos causantes de la violencia; expresarlo precisa la ignorancia, la falta de respeto al otro, el uso de un lenguaje androcéntrico, sexista, excluyente, discriminatorio y generador de división entre las estructuras sociales, amén de que se constituye como un acto que pretende dominar y subordinar a los integrantes de los grupos vulnerables.

Diversos teóricos y posiciones se han desarrollado para definir la violencia o, mejor dicho, ciertas formas de violencia. Por ejemplo, están las concepciones de Galtung de violencia estructural y violencia cultural, la violencia simbólica de Bourdieuo la violencia moral de Segato, formas de violencia que se caracterizan precisamente por no contar con el carácter del uso de la fuerza física y con consecuencias inmediatas y visibles, como el comentario que pueden verter personas que carecen de sensibilidad para expresar discursos que caen en la provocación para la violencia y el odio.

La violencia es una manifestación cultural propia del ser humano, la misma, es aprendida y transmitida, de manera inconsciente, y al parecer de generación en generación; algunas narrativas de padres de familia, que expresan a sus hijos que “no busquen pleitos, pero si les pegan, peguen, enfrenten”, pero otras ocasiones son los discursos, las narrativas, las expresiones que acompañadas de ideologías misóginas, machistas y homófobas entre otras, generan la división y exclusión de sectores de población que viven el desprecio, el poder y la exclusión de los grupos que se sumen como los dadores de vida y esperanza para cambiar este mundo.

Permanentemente, hemos escuchado sobre los discursos de odio, y la manera de denostar o perjudicar la imagen, la privacidad de las personas; dónde queda el límite entre la libertad de expresión y el discurso de odio, la narrativa de odio, la expresión de odio en contra del otro, el crimen de odio del diferente, al que se le quiere denostar. Pero, y ahí, en las expresiones de odio cuando se destina a intimidar, oprimir o a incitar a la violencia contra una persona o grupo en base a sexo, género, clase, raza, religión, nacionalidad, orientación sexual, aspecto físico, discapacidad, en ocasiones pienso si más bien, este podría ser el lado obscuro de la libertad de expresión que absolutamente todos tenemos como libertad.

Y serán justamente, aquellos mecanismos de opresión que la población en una posición de asimetría de poder, utiliza para someter, controlar e incluso disciplinar los cuerpos de aquellos que son diferentes, de aquellos que, por su color de piel, su condición sexual, económica, de salud, discapacidad, la edad, la clase, el sexo, el género, la raza, es comprendido en una dinámica social como inferior, no nos confundamos, y no generemos expresiones que dañan, la violencia se genera no por eso, sino por, un conjunto de factores que deben ser analizados a la luz de la complejidad, y que los mismos son sistémicos, interdependientes, para ser vistos de manera holística y transdisciplinaria.

La opresión se mantiene viva todos los días, en ocasiones invisibilizando, en otras tantas con estigmas o prejuicios, sometiendo por la vía de la violencia, la exclusión, la discriminación, como son aquellas expresiones donde generan culpa de la violencia a quienes no la generan solo por no ser par, y otras tantas, asesinando, y desde luego que hoy, utilizando la necropolítica, definiendo qué cuerpos deben de vivir, qué cuerpos deben de morir. Por ello, me parece importante compartir la escala de odio que se puede alcanzar frente a la ignorancia de algunas personas que aun sabiendo el impacto que generan sus expresiones y por ende el riesgo a la población al desatar más violencia contra dichos cuerpos.

El pasado lunes, amanecimos con una noticia muy lamentable, el deceso del magistrade Jesús Ociel Baena Saucedo y Dorian David Nieves Herrera, un hecho que constituye una indignación nacional de las personas que integran los diversos colectivos que atienden las cuestiones de las personas por sus orientaciones sexuales, expresiones de género o bien, identidades sexuales, pero igualmente de personas heterosexuales cuya visión es incluyente, tolerante y respetuosa frente al otro.

En distintos espacios de la geografía mexicana, a través de la Velada Nacional Pacífica en tu entidad”, convocada hoy mismo por colectivas disidentes sexuales, se escucharon las voces de miles de personas que se pronunciaron por “Justicia”, “No son muertes, son asesinates” y otras expresiones fuertes contra el patriarcado cisgénero y otras más pidiendo “Luto nacional”; fueron voces desde la Ciudad de México, Guadalajara; Michoacán; Hermosillo; Morelos, Monterrey, Tlaxcala, San Luis Potosí, Tabasco, Veracruz, Zacatecas y otras entidades y ciudades.

De igual manera, el pronunciamiento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, así como los integrantes de la Asamblea de Conapred, constituye también un elemento importante que desde las instituciones federales reexpresan la importancia de terminar con el clima de LGBTFOBIA desatado en México y que ha permitido que muchas personas hoy vivan en invisibilidad, exclusión o bien se les arrebate su vida; porque recordemos que le magistrade Ociel Baena, fue permanentemente violentado a través de distintos niveles de discurso de odio en redes sociales y personas de la vida pública, expresa dicho pronunciamiento.

Las diversas comunidades y expresiones de organizaciones de la sociedad civil que atienden el tema de los mecanismos de opresión en contra de las identidades disidentes sexuales, continuaran avanzando en los compromisos y agenda que impulsaba le magistrade Jesús Ociel Baena desde su trinchera institucional, sin duda alguna se pierde una voz y una vida importante para la democracia de México; así como se frena la democracia, cada vez que se generan crímenes de odio por LGBTFOBIA o bien, desapariciones forzadas, y otras violaciones graves de derechos humanos de miembros de la comunidad disidente sexual; se pronuncian por el magistrade Jesús Ociel, pero también por los crímenes de odio de cientos de personas de la comuna diversa sexual.

La petición que ya tiene resonancia a nivel nacional desde diferentes voces es el pronto esclarecimiento del deceso del le magistrade Jesús Ociel Baena y su compañero Dorian Daniel Nieves Herrera, esclarecimiento del crimen, el cual plantea, seguir el Protocolo Nacional de Actuación para el personal de las instancias de procuración de justicia del país en caso de que se involucre la orientación sexual o la identidad de género.