Ética para el bien vivir

En la ética, la libertad es el componente esencial. (Imagen: especial)

En los tiempos que corren, como nunca antes, los seres humanos descubrimos cientos de razones para maravillarnos por todo lo que la ciencia y la tecnología ofrecen para “atender” nuestro estilo de vida: las cirugías, los trasplantes, los aparatos para la comunicación, los vehículos de todo tipo; los bebés “a la carta”, sofisticadas armas (como las bacteriológicas), etcétera.  Estos cambios, que modifican la calidad de vida y la esencia del ser humano, pueden pensarse como benéficos; sin embargo, para quienes analizan con detenimiento, o con ética, la instrumentalización del ser humano, la manipulación del ambiente y la disección de las células, aparecen como cuestionables dentro de la conducta humana.

       Inmensas resultan entonces las contradicciones que se viven todos los días en todos los rincones del mundo y parece inconcebible que tanta inteligencia se mezcle con tanta maldad; que la belleza de una creación se contamine por el odio, la ambición y la destrucción.

       Ciertamente, el planeta y el ser humano han caminado desde siempre por caminos que llegan a confrontarse; sin embargo, en tiempos actuales, prevalecen como siempre (y aumentados), el dolor, el sufrimiento, la humillación, la explotación, la discriminación y otros avatares que oscurecen mucha de la condición humana, minimizando los valores de la ética.  Y nadie resulta ajeno a los malos momentos por los que atravesamos como especie.

       Entre todos los saberes posibles, existe uno imprescindible: el que nos lleva a tomar conciencia de que ciertas cosas nos convienen y otras no.  Se le denomina “discernimiento”, siendo el que nos permite distinguir entre lo bueno y lo malo; es un conocimiento que todxs intentamos adquirir, porque por lo menos intuimos que nos llevaría a disminuir enfermedades y accidentes en la vida.

       A diferencia de otros seres, vivos o inanimados, el ser humano puede inventar y elegir en parte su forma de vida.  Por supuesto que no somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país), pero sí tenemos libertad para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo: obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, etcétera.  Contamos con la libertad de siempre intentar algo que cambie nuestra expectativa de vida.  Y también podemos equivocarnos, sin que ello nos lleve a pensar en el fracaso.

       De tal modo, resulta prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un “cierto saber vivir” que nos permita acertar.  Es a ese “saber vivir”, o “arte de vivir”, a lo que se le da el nombre de ética.  Erich Fromm, en su obra “Ética y Psicoanálisis”, describe: “En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte; es el escultor y el mármol, el médico y el paciente”.

       En la ética, la libertad es el componente esencial: libertad de decidir de manera responsable, dándose unx cuenta de lo que se está decidiendo.  Considerando que nunca una acción es buena sólo por venir de una orden, de una costumbre, o de un capricho.  Mejor que obedecer o supeditar nuestra libertad a otrxs, por buenos y sabios que sean, preguntemos sobre el uso de nuestra libertad… a la libertad misma, a la responsabilidad creadora de escoger nuestros caminos.  En la “ética” de Spinoza, encontramos que: “Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida”.

       Ya a principios del siglo XX el doctor Edward Bach afirmaba “El estado de aburrimiento (contrario a la ética) es el responsable de desencadenar en nuestros organismos la aparición de muchas más enfermedades de lo que generalmente se piensa, y dado que la tendencia actual es que el aburrimiento aparezca cada vez más temprano en la vida de todo individuo, lo mismo ocurre con las dolencias que provoca.  El antídoto contra el aburrimiento consiste en interesarnos activamente por todo lo que nos rodea; estudiar la vida constantemente; aprender y dar sentido a nuestra existencia… buscar la verdad que se esconde detrás de todas las cosas; abstraernos en el arte de obtener conocimiento y experiencia y acechar las oportunidades que podamos usar en beneficio de algún/a compañerx de este viaje”.

       Con esta reflexión del doctor Bach y tomando en cuenta las sabias aseveraciones de médicos y científicos que tan acuciosamente han investigado y trabajado en terrenos de la salud integral, podemos experimentar cómo, si unx elige vivir en el camino de la ética, el egoísmo individualista va quedando atrás.  “Ser capaz de prestarse atención a unx mismx, es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a lxs demás; el sentirse a gusto con unx mismx, es la condición necesaria para relacionarse -de manera auténtica- con otrxs” (Erich Fromm).

        “Cómo debemos vivir” fue una de las grandes reflexiones de Sócrates, precisa el médico Arnoldo Kraus.  Y sugiere: “Esa idea debe responderse desde la ética: las personas deben guiarse desde la razón, y tienen la obligación de valorar y sopesar los intereses de las personas que pudieran verse afectadas por las acciones de quien las lleva a cabo. (Actualmente)…la  imparable  tecnología ha generado felicidad, ha prolongado la vida, ha mejorado los caminos y carreteras, ha creado nuevos medios de comunicación; sin embargo, la salud de la Tierra es cada vez más precaria.  Además, es probable que el ser humano de las próximas décadas será distinto: la comunicación correrá por otras rutas y la Palabra, con mayúscula, decaerá.  (Por tanto)…si la ética no logra modificar las conductas de quienes deciden el destino del ser humano y de la Tierra, las catástrofes se multiplicarán y el hombre atentará, cada vez más, contra sus congéneres”.

       Podemos hacer de nuestro viaje terrenal una corta aventura placentera, si comprendemos que “es dando sentido a nuestra existencia” como encontraremos la libertad, la satisfacción y el bienestar.  Y si   logramos atesorar en nuestra alma el amor, la sabiduría, el coraje, la tolerancia y la comprensión, entenderemos el componente ético de la propia salud.  La ética, entonces, resulta indispensable para alcanzar el arte del bien vivir.