ECOS LATINOAMERICANOS: Los límites de la familia (parte 2)

No se trata de diluir la figura de la familia como eje central de la sociedad, sino hacer entender a cada uno de los ciudadanos y residentes del país, que la ley y las instituciones deben hacerse valer primero que todo. | Fotografía: Archivo

Hay una educación implícita en todas las capas sociales para asegurar que la familia deba de protegerse y beneficiarse aun a costa de dañar o perjudicar el ámbito público. A esto, hay que sumar la falta de profesionalización de la mayoría de las instituciones públicas que ponen muy poca resistencia a este tipo de prácticas. Es entendible que en un país como México, donde la familia es para muchos el último núcleo de protección, el tratar de ejercer una buena conducta sea difícil, o hasta incluso imposible, pero debe hacerse todo el esfuerzo para que esto ocurra.

Por supuesto que no se trata de desdeñar la existencia de las familias, más bien deben de calibrarse las instituciones para que se priorice el bien común por encima de cualquier otra cosa, esto último incluye también la educación tanto escolar como cultural. Esto último no es fácil, el tradicionalismo mexicano muchas veces se ha opuesto a que el sistema educativo forme los valores cívico-sociales de los ciudadanos, sobre todo de los menores, basta recordar las famosas campañas contra la educación reproductiva o de las propias familias no tradicionales cuya consigna era “con mis hijos no te metas”.

Pero reiterando, no se trata de diluir la figura de la familia como eje central de la sociedad, sino hacer entender a cada uno de los ciudadanos y residentes del país, que la ley y las instituciones deben hacerse valer primero que todo. Justamente la universalidad y la generalidad son elementos que caracterizan a la ley mexicana, a aplicarse a una sociedad que pretenda regirse por el Estado de Derecho. Estos principios obligan a que la misma severidad con la que se aplique la ley contra una persona adversaria sea la misma que contra una persona querida.

Esto es algo que le ha costado mucho entender al mexicano promedio. Lamentablemente en la sociedad, incluyendo la moral de muchas familias, continúa imperando el dicho de “para los amigos justicia y gracia; para los enemigos la ley a secas”; ello deja reflexionando ¿cuántos casos existen de personas que desean justicia contra los criminales más buscados, pero al mismo tiempo solapan actos de corrupción o ilegalidades que sus seres queridos cometen?

No puede tampoco meterse en el mismo saco a todas las personas y familias, siempre habrá ciudadanos que acepten, aun con lo difícil que pueda resultar, que cada persona, incluyendo sus seres queridos, debe hacerse responsable cuando comete actos indebidos, y que, en todo caso, como mínimo corresponde a cada individuo, incluyendo familiar o amigos, no estorbar en la aplicación correcta de la ley y la justicia.

El polémico fundador del Singapur moderno, Lee Kuan Yew, nación que por cierto es muy admirada por su desarrollo económico y puño de hierro por los sectores conservadores mexicanos, señaló una frase muy draconiana pero cierta sobre la responsabilidad ciudadana en el combate a la corrupción, la cual dice “si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a amigos y familiares a la cárcel”. Por muy dura, y hasta polémica, que pueda sonar esa frase, la realidad es que da en blanco en lo que respecta al combate a la corrupción; ningún ser querido puede estar encima de la nación ni sus leyes.

Claro está que, para esto, tanto Singapur, como el resto de las naciones que han combatido exitosamente la corrupción, no se inspiraron meramente en elementos educativos y culturales, sino que calibraron sus instituciones para la darles la mayor rigurosidad y profesionalización posible, y así evitar que fueran malversadas para pretensiones personales. Pero esto fue gracias a la voluntad de los lideres políticos que optaron por ceder al bienestar mayor y crear órganos públicos alejados de influencias familiares o de seres queridos.

No cabe duda de que en muchas ocasiones las familias nos pueden ayudar a reflexionar y colocarnos en el camino correcto cuando tenemos dudas o actuamos imprudentemente, sin embargo, hay también momentos, donde son las propias familias, ya sea por razones de voluntad, incapacidad, recursos materiales u otras, las que extravían el camino de los jóvenes o en todo caso les hacen creen que primero tienen el deber de servirles a estas antes que cumplir su deber ciudadano.

Por lo tanto, las instituciones públicas tienen que invertir mucho más en educar a la población, no solo en cuestiones técnico-pedagógicas de conocimiento general, sino también en valores generales cívico-sociales, para hacer entender a la sociedad, que el bien mayor, reflejado en la justicia y la ley, debe imperar frente a conductas ilícitas, aun si son cometidas por seres queridos o cercanos. Al final, hay que recordar la frase que dijo Vicente Guerrero, uno de los más destacados independentistas y fundadores del Estado mexicano, cuando su padre fue a buscarlo para ofrecerle un indulto y cargo militar oficial de parte de las autoridades virreinales, y Guerrero se colocó frente a su tropa y les indicó que él amaba y respetaba a su padre, pero que la patria era primero, incluso que su familia.