Mejores tiempos

Poco ha mejorado la calidad de vida de la clase trabajadora en los últimos 40 años. | Fotografía: Más de MX

Con frecuencia solíamos reunirnos un grupo de jóvenes recién egresados de diferentes instituciones educativas, lo hacíamos por la tardes-noches, una vez concluida una jornada diaria de trabajo, de preferencia la cita era en algún restaurante que estuviera ubicado en un lugar de fácil movilidad. Afortunadamente en esos tiempos todavía se podía transitar libremente por las calles, avenidas, plazas y alamedas a cualquier hora del día, sin riesgo de ser molestados por algún malhechor, mucho menos de sufrir algún daño físico o patrimonial.

Nada en específico había sobre la mesa, los temas iban fluyendo conforme avanzaba la plática, aun cuando por lo regular eran muy similares en cada una de las reuniones, pero resultaban interesantes y sustanciosos, ya que tratábamos muchas cosas en común, desde nuestro paso por las escuelas, la situación económica, política y social del país, los planes que teníamos a futuro y sobre todo charlábamos acerca de nuestros sueños, aspiraciones e ilusiones en nuestra vida profesional.

Cada uno de nosotros teníamos un trabajo estable y medianamente remunerado, que alcanzaba para lo necesario. A pesar de ello, teníamos la esperanza de mejorar profesionalmente y de lograr una movilidad social ascendente. Eran los tiempos del auge petrolero, acababa de terminar el sexenio donde se decía “que sólo los caminos se quedaban sin sembrar” y durante el cual se habían multiplicado los fideicomisos y las empresas paraestatales; verdad o mentira, aun cuando hubo una importante devaluación del peso, la gasolina era hasta cierto punto barata, había suficiente producción de granos para atender la demanda interna y todavía los ejidatarios eran dueños de sus parcelas y se dedicaban a cultivarlas, por lo que no eran muchos los campesinos que iban tras el “sueño americano”. Se podía soñar de este lado de la frontera en la tierra de nacimiento al lado de los seres queridos.

Afortunadamente en esa época un profesionista no batallaba tanto para conseguir un empleo como ahora. En ese entonces sólo era cuestión de aprobar un examen de conocimientos generales y otro llamado psicométrico. Tarea sencilla para cualquier universitario, ya que contaba con sólidos conocimientos impartidos por docentes responsables quienes puntualmente asistían a sus labores durante todo el ciclo escolar correspondiente, apoyando sus enseñanzas en los libros de texto gratuitos, los cuales estaban debidamente integrados en cuanto a impresión y contenido sin agregados innecesarios y por otra parte no se comercializaba tanto con la educación. En aquella época la apertura de una nueva universidad tenía que justificarse plenamente de acuerdo a las necesidades educativas del momento. Los planes y programas de estudio estaban más relacionados con el sector productivo de bienes y servicios. Por su parte, las instituciones de salud se encontraban en pleno proceso de consolidación y se había disminuido la tasa de natalidad y la de mortalidad infantil. Parecía que todos los engranajes del desarrollo integral del país, estaban funcionando con la precisión debida.

El país seguía gobernado por las mismas familias que capitalizaron el movimiento social de 1910, agrupadas en un partido político que unifico los interese de los triunfadores, haciendo de la política una forma de vida, lo que les permitió acumular inmenso poder económico y político y formar una nueva clase social, mediante diversos actos de corrupción.

En 1988 un grupo de militantes de ese partido de estado (PRI), que sintiéndose marginado, reclamaron parte de ese poder, que a su parecer les correspondía, el cual, mediante el voto popular, lograron recuperar en forma significativa. Por su parte los conservadores del PAN que desde septiembre de 1939 habían establecido su propio programa político-electoral, también empezaron a participar en las contiendas electorales al darse cuenta que la política era un buen negocio. Desde su fundación se habían mantenido apáticos a las cuestiones políticas. Su interés por querer “contribuir a la democracia de México”, ocurrió cuando recibieron las primeras concesiones de poder por parte de Salinas de Gortari, en su desesperación de legitimar su gobierno que no había podido lograrlo mediante la votación popular.

Luego, durante los 12 años de alternancia, se esperaban los cambios sustanciales para tener mejores oportunidades de desarrollo y lograr el bienestar que desde hace décadas estamos esperando, pero, nada bueno sucedió, al parecer no hubo voluntad de quienes encabezaron estos gobiernos para hacer dichos cambios y hacer posible vivir en una sociedad más justa y más igualitaria. Por si fuera poco, el mismo partido que gobernó 70 años en forma ininterrumpida tuvo la oportunidad de volver a gobernar otros seis años, demostrando que definitivamente no es la opción que nos merecemos los mexicanos.

Recientemente nos volvimos a reunir el grupo de amigos de antaño para comentar sobre el desarrollo profesional alcanzado por cada uno de nosotros y de la vida económica, política y social del país, no sin antes tomar las debidas precauciones, como citarnos en un restaurante sencillo que no fuera interés de los delincuentes, no transportarnos en un vehículo llamativo y evitar cualquier incidente con algún comando de la guardia nacional.

Definido lo anterior, como siempre llegamos puntualmente a la cita, celebrando de entrada la oportunidad de volvernos a saludar después de haber librado tan feroz pandemia provocada por la COVID-19. Una vez tratados los asuntos de interés grupal y de haber hecho comentarios de diversas índoles, abordamos en forma lateral el tema central del momento, coincidiendo en que al parecer, poco ha mejorado la vida de la población, hasta se puede dar crédito a lo que alguna vez escuchamos decir de nuestros antepasados: “que los tiempos pasados fueron mejores”.

Pensándolo bien, puede que algo de razón tenían nuestros abuelos, poco ha mejorado la calidad de vida de la clase trabajadora en los últimos 40 años, en relación con el desarrollo alcanzado. El agregado sustancial se puede decir son las pensiones para adultos mayores y discapacidad. Sin que se vislumbre mayores esperanzas, ya que los aspirantes a gobernar el país los próximos 6 años y a todos los demás cargos de elección popular, no garantizan ningún cambio sustancial, sus discursos son parecidos a los de siempre, como si se tratara de recetas médicas.  

No entendemos cómo se pueden cumplir tantas promesas. Cuando al parecer en algunos casos, ni siquiera han podido solucionar sus propios problemas familiares, mucho menos podrán solucionar los grandes problemas nacionales cada día más complejos.