En el olvido…

Son principalmente las indígenas de Chiapas y Oaxaca las que elaboran a la manera ancestral maravillosos huipiles.

El próximo lunes se conmemora el CXIII aniversario de la Revolución Mexicana. Ya casi nadie repara en ello.

Los ojos, las mentes y bolsillos, solo esperan el “buen fin”, el puente del 20 de noviembre. Miles de espectaculares, anuncios de supuestas rebajas y “oportunidades” de hacerse mediante cómodas mensualidades, del anhelado nuevo IPhone, de la soñada freidora de aire, de la cafetera, de la aspiradora Dyson que se anuncia como el fin de toda suciedad.

Ante la imposibilidad de ir a las cercanas playas de Acapulco, se anuncian ahora, paquetes a lujosos hoteles a meses sin intereses, en la Riviera Maya. Se incita también, a ir comprando un terreno en esas tierras paradisiacas, sin importar que se acaben los manglares, cenotes, un ecosistema vital para el planeta, sobre todo olvidan que todas esas tierras han sido despojadas a las comunidades indígenas.

Se olvida que fueron los indígenas los que dieron su vida, por lograr que en estas tierras hubiese justicia, igualdad y libertad para todos.

En el olvido están los valores, principios e ideales. 

 El movimiento Revolucionario, llamado Revolución Mexicana, luchó por un medio de producción comunal, que asegurara autosuficiencia alimentaria a la población, buenos salarios para todos, para ya no tener que recurrir y estar atados a la “tienda de la raya”, que los esclavizaba de por vida. La población estaba harta de la desigualdad descomunal, de que no hubiese libertad ni justicia.

 Fue un movimiento social inspirado en el conocimiento y anhelos de los pueblos originarios, llamados despectivamente indígenas.  Se luchaba por un nuevo hombre, con valores de honorabilidad. Se luchaba por que hubiera justicia, se luchaba por el respeto a los derechos de todos. Y por supuesto por tierra y libertad.

Transcribo parte de un manifiesto de Emiliano Zapata:

“Nosotros, que esperamos que logréis los principios por los que se lucha y la unidad de todos nosotros, los que nos apretamos junto a una bandera, para que se haga grande la unidad de corazones, la que nunca podrán destruir esos burladores de la gente y todos aquellos a los que engendra y enluta el carrancismo, nosotros, con todo nuestro corazón, sabemos olvidar la antigua separación; os invitamos a todos, y a quien quisiera de vosotros, para que os contéis al lado de nuestra bandera, porque ella pertenece al pueblo, y a nuestro lado trabajéis por la unidad de la lucha.

Ello, ahora y ahora, es el gran trabajo que haremos ante nuestra madrecita la tierra, la que se dice la patria.

En ello va nuestra palabra de honra, de hombres buenos y de buenos revolucionarios.

Combatamos al que está allí, el hombre no bueno, que ha sido para todos nosotros atormentador; fortalezcamos nuestra unión y así lograremos ese gran mandato, los principios de tierra, libertad y justicia; que cumplamos nuestro trabajo de revolucionarios decididos y sepamos lo que hemos de hacer, eso que es grande en favor de nuestra madrecita la tierra, a vosotros invita este Cuartel General del Ejército Libertador

Por ello hago esta palabra mandato y todos los que se apeguen a nuestra lucha, quienes quiera que sean, gozarán de una vida recta y buena.

En ello va nuestra palabra de honra, de hombres buenos y de buenos revolucionarios.

Nota: Rogamos a aquél en cuya mano caiga este manifiesto, que lo haga pasar a todos los hombres de estos pueblos”.

Libertad, justicia y ley”

Cuartel general de Tlaltizapán, More, a 27 de abril de 1918

General en jefe del Ejército Libertador

Para los indígenas el valor de la palabra era la honra, no se podía faltar a la palabra dada. Emiliano Zapata fue digno portador de la palabra de los pueblos y comunidades.

Leamos este otro escrito traducción del texto en náhuatl del Segundo Manifiesto.

“Vosotros, pueblos de aquellos junto a la tierra en donde se combatía al mando de estas tierras: Ahora cuando esos habitantes de la tierra, de aquellos pueblos, acaban de sacudir esa negra, mala vida, carrancista, mi corazón se alegra y por ello, con dignidad, en nombre de los subordinados que luchan, a vosotros os envío un saludo con alegría y, con todo mi corazón, invito a esos pueblos, aquellos que luchan por un mando verdadero y no vanamente otorgan su palabra ni hacen a un lado su recta forma de vida.

Saludamos a aquellos combatientes que se vuelven de allí al esfuerzo, con alegría de su corazón, y hacen frente a la envidia, en esta gran lucha que nunca puede acabar ni acabará sino cuando, juntamente con ella, concluya el negro mandón de hombres, aquel envidioso que se burla de la gente, que siempre hace dar vuelta al rostro de la gente, que hace salir afrentada a la lucha y avergüenza a nuestra madrecita la tierra, México, y que conjuntamente la deshonra.

Nosotros vemos con alegría que venís y os sumáis; con ello nos fortaleceremos y conjuntamente nos ayudaremos, quienes nunca debíamos habernos separado.

Ahora pues, más que nunca, se necesita que todos ayudemos unidos con todo nuestro corazón, y con todo nuestro empeño, en ese gran trabajo de la unificación maravillosa, verdadera, de aquellos que empezaron la lucha, que Carranza, no bueno y envidioso, que a vosotros os tenía con engaño.

Ahora, cuando habéis venido a cambiar, y os acercáis colmados de la gran fuerza y de la gran alegría, vosotros vos hacéis fuertes, los que sois revolucionarios”.

Emiliano Zapata es sin duda el más lucido, claro y congruente revolucionario. Por ello era incomodo al poder, a los intereses económicos y políticos de esa época, Por eso lo mataron a traición, engañándolo, haciéndole creer que por fin los anhelos e ideales por los que luchaban se harían realidad.

Y así como lo traicionaron, se ha traicionado a los pueblos indígenas, a los cuales se les despoja, se les violenta, se les aniquila de a poquito, al quitarles sus territorios, sus bosques, su agua, su selva, su mar, sus lagos y ríos, venas de esta nuestra madrecita tierra, llamada patria, como bien decía Zapata.

 Se violenta su esencia, su dignidad, que es su fuerza.  El conocimiento, la espiritualidad ancestral, es su forma de resistencia, y arma de lucha contra las embestidas de que han sido objeto desde hace siglos.

El próximo fin de semana en vísperas del día que se conmemora la Revolución Mexicana, habrá una pasarela de huipiles, textiles y venta de artesanías en el Centro Cultural Los Pinos. Mientras los indígenas de Chiapas principalmente, las mujeres con sus niños han tenido que huir de sus territorios, por ser asediados por el crimen organizado de todo tipo. Los hombres han sido coptados, desaparecidos o asesinados, por defender lo suyo y/o a los suyos.

Viéndose obligadas a parase en los semáforos, con sus bebes a cuestas, con los otros pequeños con hambre, viendo a su madre, haciendo malabarismo con pelotitas de colores para que los automovilistas les den algo de dinero para comer, para medio sobrevivir. Sin servicios médicos si se enferman, sin escuela los niños, expuestos a la violencia, al racismo, sin seguridad alguna, sin la justicia e igualdad anheladas por siglos.

No obstante, les fue prohibido en la Colonia, costándoles incluso tortura o muerte vestirlos, y ser mal vistas por portarlo desde entonces, siguen vistiendo huipiles, como lo hicieron sus madres, abuelas, tatarabuelas, todo el linaje desde la época prehispánica. Cada huipil cuenta su historia, cada color, cada forma tiene un significado. Son por decirlo así un mapa histórico, de su vida y entorno.

Son principalmente las indígenas de Chiapas y Oaxaca las que elaboran a la manera ancestral maravillosos huipiles, que, de poder hablar, nos narrarían la historia de despojo, desigualdad, racismo, miseria, e injusticias de que han sido objeto durante siglos.

Los anhelos de justicia, igualdad y respeto a los derechos de todos, por los que se luchó en la Revolución, están aún por cumplirse cabalmente.