Hilando los hilos de la vida…

Al elaborar un huipil, no solo se tejen y entretejen hilos, se sigue un diseño, se sigue la cuenta con precisión matemática asombrosa.

El fin de semana fuimos a los Pinos para ver lo que este año traerían los artesanos.  Llegamos el viernes para poder ver la pasarela, aún estaban los artesanos preparando sus espacios, colgando rebozos, huipiles, sacando de las cajas de cartón su esfuerzo, su trabajo, su conocimiento, su anhelo de hacer realidad sus sueños.

Estar de noche en Los Pinos, es muy especial. Hay muchos fantasmas que recorren los jardines, que se asoman a las ventanas curiosos, tratando de ver que esta pasado, se escuchan susurros. ¿Qué dirán los que aquí conformaron la historia de este país, de lo que hoy acontece?

El escenario principal se montó en la Casa Miguel Alemán, la escalera que hiciera famosa la Gaviota era donde daba inicio la pasarela.

La zona VIP, estaba ahí, al pie de esa escalera en ese magnifico vestíbulo. Afuera en el jardín todos los demás, los que alcanzaron y los que no alcanzaron lugar.

El espectáculo dio inicio con la intervención de una mujer alta ataviada con un precioso huipil y unas botas con enormes estrellas y llenas de brillitos que nada tenían de indígena, hacia el papel de maestra de ceremonias, a la vez que, de una mujer indígena embarazada, que hilaba y contaba la historia de la importancia de hilar los hilos, como se hila la vida. Acompañada de tres mujeres indígenas que hilaban en silencio.

La pasarela dio inicio cuando al fondo en la escalera icónica, apareció una mujer alta delgada, peinada como si de Frida Kahlo se tratara, un bellísimo vestido blanco, que ya de cerca pude apreciar era de los deshilados que se elaboran en San Felipe de los Herreros, de este nuestro bello estado de Michoacán.

En la pasarela pudimos apreciar lo que elaboran las manos indígenas, producto de conocimientos ancestrales, que han perdurado gracias a ellos hasta nuestros días. Son ellos la raíz de nuestra identidad.

Observe con mucha alegría y agradecimiento para los que han logrado mantener e incluso superar la calidad en las prendas que elaboran, ya sean rebozos, gabanes, huipiles, morrales, huanengos o quezquemetls.

Quienes los mostraban, portándolos durante la pasarela, eran en su mayoría modelos profesionales, tanto hombres como mujeres, altos, güeros, sumamente delgados, todos según los cánones de belleza, que nos han tratado de imponer.

Hubo un momento que empezó a sonar una canción alusiva a Acapulco, salieron las modelos delgadísimas y rubias, con blancos y vaporosos atuendos; tops, pantalones anchos, faldas abiertas dejando ver largas y delgadas piernas, sombreros anchos y lentes oscuros, tras ellas los modelos blancos altos, todos con torso desnudo, cuerpo atlético y bronceado.

La escena era lo que se ha concebido como Acapulco, que para nada es la realidad. No me refiero a lo acontecido por el huracán, sino a esa imagen creada justamente desde el Alemanismo, que se ha vendido al turismo tanto internacional como nacional.

Por lo visto intentando perpetuar esa imagen de Acapulco, trajeron a unos clavadistas de la Quebrada, todos portando camisetas que les identifica como clavadistas de Acapulco, “actuaron” para el público presente, realizando el ritual que antecede a su salto valiente al mar. En el cual hincados ante la Virgen de Guadalupe, le piden los cuide, le piden no morir en el intento de sobrevivir.

 Pensé se guardaría silencio por respeto a todos los Acapulqueños, pero el grito de algunos fue: “mucha ropa, quítense la camiseta”.

Los clavadistas se la quitaron, obedientes. Pero su mirada era de rabia contenida.  Y con toda razón.

Imagine lo que sentían, viendo a través de sus ojos como eran un espectáculo, que se ha vendido desde hace décadas, y que pocos se ponen a pensar que es justamente por la pobreza, por la falta de empleos, que se exponen en cada salto a perder la vida, en el intento de ganarse unos centavos para el sustento de su familia.

¿Qué habrán sentido de ver tanta opulencia y alegría, mientras los suyos están sin agua, sin casa, sin nada?

En silencio, con enorme dignidad, se pararon al frente, sin sonreír, viendo al infinito, al vacío, a la oscuridad reinante, más allá de los reflectores de la pasarela, que intentaban mostrar a toda costa, que todo está bien.

La fiesta continuó como si nada, nadie dijo nada.

Las obras llenas de creatividad y belleza realizadas por los indígenas causaron y causan admiración. La policromía, la diversidad cultural de los pueblos originarios, son la raíz y riqueza de este país llamado México, sin embargo, se contratan modelos sin apariencia indígena, para que puedan ser valorados y admirados.

Más allá de estas observaciones que son muy personales, fue evidente que Original, ha ayudado al rescate y preservación del conocimiento ancestral en la elaboración de las artesanías aquí expuestas.

Fue notorio, el esfuerzo de los artesanos por investigar, mejorar la técnica de elaboración de cada una de sus piezas.  Cada una es una obra de arte, cada una lleva su corazón, su historia, su orgullo de ser, de existir.

Al elaborar un huipil, no solo se tejen y entretejen hilos, se sigue un diseño, se sigue la cuenta con precisión matemática asombrosa.

La mente matemática de los ancestros que elaboraron grandiosas pirámides, que observaron las estrellas, que crearon un calendario que incluía lo no visto; el cero. Que trazaron caminos perfectos, que observaban y estudiaban lo que les rodeaba; valorando cada flor, cada ave, cada hormiga, luciérnagas, peces, ríos y montañas, su tierra, están vivos en la mente y corazón de los pueblos originarios.