Dieciséis días de activismo

Movilización contra los feminicidios en México. | Fotografía: Archivo

Los datos en México gritan: hace poco más de un lustro, la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos afirmaban que “en una de cada tres familias mexicanas hay violencia física contra la mujer; hay una mujer agredida cada quince segundos y la violencia afecta a casi el diez por ciento de las mujeres”.  Por su parte, el Centro de Atención de Violencia Intrafamiliar reporta que 93 por ciento de las personas que solicitan sus servicios, son mujeres, y del siete por ciento restante, la mayoría son niñxs menores de doce años o ancianxs.  Estudios más recientes, hechos por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, muestra la gravedad de esta situación, pues cuando se les preguntó a las mujeres cuál era su mayor sufrimiento, la mayoría respondió que la violencia familiar, poniéndola por encima de la pobreza y la falta de trabajo.

       De entonces a la fecha y aun sabiendo la gravedad de estos asuntos que se consideran “de seguridad nacional”, podemos afirmar que todas las campañas que pretenden sensibilizar acerca de un fenómeno que con tanta frecuencia se pasa por alto y hasta se ha llegado a considerar “parte de la idiosincrasia del pueblo mexicano”, no han sido lo suficientemente contundentes para lograr detener todas las diferentes agresiones contra mujeres y niñas.

       En lugares como Pátzcuaro, por ejemplo, donde existe la declaratoria de “Alerta de Género” desde el año 2016, no sabemos de algún proyecto de atención permanente:  preventivo, educativo, incluyente (que tome en cuenta propuestas y colaboración de grupos y asociaciones de mujeres con experiencia en la problemática), y sí en cambio, nos damos cuenta de cómo, desde cualquier instancia de gobierno, se pretende ocultar o minimizar todo hecho que dañe la imagen de un idílico “Pueblo Mágico” que además se encuentra padeciendo una agudizada crisis ambiental.  Por consecuencia, la mayor parte de los habitantes de este Municipio, ignoran la Campaña Internacional “16 días de Activismo”.

       Denominada “Dieciséis días de activismo en contra de la violencia hacia las Mujeres”, inició un 25 de noviembre, durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en Bogotá, Colombia, en el año 1981.  Campaña coordinada por el Centro para el Liderazgo Global de la Mujer con sede en Nueva York, la cual enlazó cuatro fechas importantes para el movimiento amplio de mujeres y feministas en el mundo y “en memoria de las tres hermanas Mirabal”.

       El 25 de noviembre se recuerda el asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, ocurrido en esa fecha el año 1960 en la República Dominicana, donde la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo duraba ya más de 30 años.  Las hermanas Mirabal, además de ser opositoras de la dictadura, realizaban actividades organizativas en colonias y comunidades marginales, lo que evidentemente enfureció al dictador, que no satisfecho con encarcelar a los esposos de las hermanas, las mandó asesinar junto con el chofer que las acompañaba en un viaje hacia la prisión.  23 días antes del asesinato, Trujillo había declarado que sus dos grandes problemas eran la Iglesia y las hermanas Mirabal.

       El 1o de diciembre, Día Internacional de Lucha contra el Sida, la campaña se une a los esfuerzos que realizan miles de organizaciones no gubernamentales, activistas de derechos humanos, investigadores y académicos, para llamar la atención mundial y encontrar soluciones conjuntas a fin de erradicar la pandemia y la discriminación de que son víctimas los millones de personas que viven con el virus de inmunodeficiencia humana.  Además, porque una gran cantidad de personas portadoras del virus son mujeres y millones de ellas están en riesgo de contraer el VIH/Sida porque la fidelidad femenina no es suficiente para evitar el contagio, mientras la cultura patriarcal siga exaltando como parte de la hombría, a las frecuentes parejas sexuales extramaritales.

       El 6 de diciembre se conmemora la Masacre de Montreal.  Ese día, del año 1989, Marc Le Pine, un hombre de 35 años, entró a la Escuela Politécnica de Montreal, Canadá, armado con un rifle automático calibre 223 y asesinó a catorce estudiantes de ingeniería, para luego suicidarse.  La historia, como tantas de este tipo que ocurren en “países desarrollados”, tuvo un giro diferente al conocerse los motivos que Le Pine tuvo para perpetrar esa masacre.  Marc Le Pine no fue estudiante de esa Universidad, donde años atrás había hecho solicitud y fue rechazada.  Provenía de una familia donde el padre era violento, lo que llevó a su madre a buscar la separación, haciéndose cargo de Marc y su hermana.  El día de la masacre, Marc entró a un salón de clases y gritando “sólo quiero a las mujeres”, ordenó a los 48 hombres que se encontraban ahí, incluido el profesor, a que dejaran el aula.  Alineó a las nueve mujeres que se quedaron y tras gritarles que “eran unas feministas”, les disparó una a una.  Salió del salón y continuó buscando nuevas víctimas: al final de su recorrido, mató a catorce mujeres y luego se disparó en la sien.  La carta que se encontró en uno de sus bolsillos, daba cuenta de las razones de su acto.  Le Pine odiaba a las mujeres exitosas y a las mujeres feministas.  Ambas categorías eran lo mismo para él.

       La Campaña “16 días de Activismo” concluye el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.  A partir de 1998, cuando se cumplieron 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dieron inicio una serie de actividades a nivel mundial, teniendo como lema “Sin los derechos humanos de las mujeres, no hay derechos humanos”.  Un Tribunal Internacional constituido en esas fechas, documentó y presentó ante la Organización de las Naciones Unidas testimonios de mujeres sobre la violación a sus derechos humanos, así como las iniciativas que han contribuido al avance, reconocimiento, respeto y protección de los mismos. 

       Esta Campaña, que se genera anual e internacionalmente, nos muestra la fuerza y la diversidad de las acciones que realizan las organizaciones de mujeres en todo el mundo, para garantizar su derecho a vivir sin discriminación, sin coerción y sin violencia.

       Y sin embargo… en México y en lugares como este Pueblo que va perdiendo magia, hemos podido constatar, desde la participación ciudadana, cómo los convenios, los compromisos de gobierno, las mismas legislaciones en materia de violencia contra la mujer, parecieran letra muerta.  E igual nos damos cuenta de que muchas veces, quienes se encuentran en las instancias encargadas de atender a víctimas, se convierten en los verdugos que obligan a desistir a quien se ha atrevido a denunciar… “Todo sea para crear una atmósfera adecuada y no perder turismo”.

       Por aquí tengo a mano una pequeña nota aparecida en un diario nacional, que hace pocos años informaba: “La violencia que se experimenta en el país ha incrementado las agresiones de género, incluido el tráfico y explotación sexual.  En México se cometen en promedio siete feminicidios al día y la precarización de las condiciones laborales, ha obligado a las mujeres a aceptar los trabajos mal pagados, sin prestaciones o informales… además del acoso laboral, que padecen 1.5 millones de mujeres”.

       Una nota reciente de Edith González Cruz, en CIMAC Noticias, afirma que “En México la justicia para las mujeres quienes vivieron algún tipo de violencia les puede llevar hasta ocho años para obtener una sentencia, sea favorable o no, y luego, esperar con incertidumbre otros ocho años para saber si los agresores presentan un amparo que pueda o no revertir su sentencia, así menciona Ximena Ugarte, abogada del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, en la presentación del micrositio web ¿Una sentencia es sinónimo de justicia?”.

       Queda mucho camino por recorrer para lograr el Derecho de Vivir en Paz.