Los asesinos de la luna…

La vida cambia vertiginosamente, la tecnología ha tornado el mundo pequeño, nos ha acercado a lugares insospechados, pero también ha cambiado sustancialmente un sinnúmero de actos cotidianos, como el salir al cine, por ejemplo.

Hoy día podemos ver infinidad de películas en diversas plataformas: Apple Tv, Netflix, Prime, HBO y muchas más, sin salir de casa. 

Hace unos días, vi una extraordinaria película que cuando estuvo en el cine, no pude ir a verla. Y no obstante que no es lo mismo verla en un aparato de televisión, no quise dejar de verla. Se trata de Los asesinos de la luna, dirigida por Martin Scorsese.

La película Killers of the Flower Moon, es una historia de despojo, racismo, injusticias e impunidad. Es totalmente actual, a pesar de tratarse de un hecho sucedido en 1920 a la tribu Osange, en Oklahoma Estados Unidos.

Los miembros de la tribu Osange, vivían en grandes llanuras, conservaban su cultura y cosmovisión, no obstante que les habían limitado a ser una reserva.

De las primeras escenas es, en la que se ve que los ancianos de la tribu Osage, están efectuando una ceremonia alrededor del fuego y entierran una pipa ceremonial, lamentando que los jóvenes de la tribu no guarden ya sus costumbres, quieran hablar solo inglés, vestirse como los blancos y tomar alcohol. Sus tierras no eran ricas, no tenían mucha agua, ni bosques, solo enormes llanos.

Sin embargo, era su tierra, la amaban, la veneraban, la cuidaban y agradecían estar en ese preciso y sagrado lugar. Ahí habían nacido sus ancestros, eran pueblo originario y poseedor de todas esas tierras.  En una cierta época del año se presentaba el fenómeno llamado “luna de flores”, los llanos se llenan de bellas  florecitas de varios colores, las cuales en la cosmovisión indígena se les consideraba un regalo de Dios  a los humanos sobre la tierra, la luna en esa época parecía las besara, era  la época en que a su vez la tierra daba flores a la luna, en unicidad del todo.

 Los indios consideraban que el fuego era el padre, la luna la madre, y el sol era el abuelo, creían en Wah-Kon-tah, Dios del universo.  Vivían desde épocas ancestrales en completa armonía y respeto entre ellos y con la naturaleza.

Hasta que un día un grupo de Osanges encuentran petróleo brotando del suelo. La tribu se vuelve rica, ya que, aun siendo una reserva, conserva los derechos sobre el subsuelo, por lo tanto, los miembros de la tribu comparten los ingresos del arrendamiento de petróleo, aunque la ley exigía que los tutores legales fuesen blancos designados por un tribunal. 

Los miembros de la tribu se vuelven multimillonarios, pero son los blancos los que administran el dinero de los miembros de sangre pura y mestiza, por concebirles salvajes y no aptos para administrar su riqueza.

 La Ley Burke condujo a la creación de tutelas porque los “indios son incompetentes”, requerían tutores legales blancos para “cuidar” su patrimonio. La avaricia de los blancos se disfraza de legalidad, finalmente se les despoja a los indios de sus tierras, les matan, les crean enfermedades, los inducen al alcoholismo, acabando con su cultura, su manera de organizarse, de sanarse, de comer, de ver la vida.

Es una historia de despojo, impunidad y mucha injusticia.

Historias como esta abundan. Pensé en las comunidades indígenas de Chiapas, las cuales sufren de despojo, violencia, violación a todos sus derechos. Lo mismo sucede a los Rarámuris, y en general a todas las comunidades indígenas del país.

El “discurso oficial”, les nombra el alma de México, sin embargo, se les tiene en la miseria, en la insalubridad, sin centros de salud, sin medicinas. Los niños tienen que ir a su escuela caminando kilómetros, la cual no cuenta con sanitarios, ni el material y/o mobiliarios adecuados.

Pensé en la sierra-costa michoacana, tan rica pero tan pobre.  Las comunidades indígenas asentadas en esas tierras paradisiacas fueron despojadas desde la época de la Colonia. Había maravillosos bosques y gran cantidad de agua, ríos caudalosos que bajaban hasta el pacífico. Al llegar los españoles se dieron cuenta de la enorme riqueza mineral, y despojaron de su tierras y riqueza a los pueblos originarios ahí asentados.

Actualmente de esos frondosos y abundantes bosques, queda casi nada, incluso el clima ha cambiado. La región a pesar del saqueo y tala irracional sigue con riqueza en el subsuelo. Chinos, japoneses, alemanes, compañías mineras y por supuesto el crimen organizado está al acecho.

La comunidad indígena de Aquila ha sufrido de despojo, muerte, enfermedades, e injusticias.

Casos de desaparición y muerte hay muchas. Una de ellas es lo acontecido el domingo 15 de enero de 2023, Ricardo Arturo Lagunes Gasca, abogado defensor de derechos humanos y el profesor Antonio Díaz Valencia, líderes sociales de la comunidad indígena de Aquila, fueron víctimas de desaparición forzada mientras se encontraban viajando por las inmediaciones del Cerro de Ortega, región que limita a Michoacán y Colima, tras haber participado en una asamblea comunitaria. Desde entonces no se sabe nada más de ellos, La comunidad continúa exigiendo su búsqueda y presentación con vida.

Ricardo y Antonio sostenían la defensa legal de la comunidad de Aquila, exigían que se garantizara la elección libre de sus autoridades comunales y el cumplimiento de los acuerdos con la minera “Las Encinas”, perteneciente a la empresa Ternium, la cual, ha sido señalada como un factor de división y fragmentación del tejido social al interior de la comunidad. Recordé a los muchos que han sido asesinados por defender lo suyo, su familia, su tierra, su comunidad, sus recursos naturales.

Justo estaba recordando esto, cuando me llegó un escrito de Ramon Vera Herrera quien es investigador independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte del equipo Ojarasca y Grain. Transcribo tan solo una parte de su escrito;

“Buscan romper la memoria de los ámbitos comunales… Aquí, los pueblos y comunidades, la gente común (con una gran complejidad de orígenes e historias), sigue ahí y los sucesivos sistemas “dominantes” están más y más desesperados por controlarla. Es gente que guarda sus ancestrales semillas nativas, que ejerce la custodia, el intercambio y el cultivo alimentando a su propia comunidad y en gran medida al mundo, y vive en resistencia reivindicando, cada vez más, autonomía, autogobierno. Desde siempre ha puesto su vida entera al servicio del mundo ejerciendo un cuidado y un equilibrio entre plantas, animales, la lluvia, los torrentes y fuentes de agua que alimentan el monte, entre los “seres naturales y espirituales” y la fuerte presencia de nuestros muertos. Hablamos de campesinos cultivadores, en campo y ciudad (muchos de ellos indígenas), pastores (sedentarios y nómadas), productores pecuarios campesinos, cazadores, pescadores artesanales, recolectores y cosechadores de agua. El recuento es difícil, porque varias de esas actividades se laboran conjuntamente por el mismo núcleo de personas, familias o comunidades, en diversas temporadas y sin que sean muy visibles estas actividades cotidianas ancestrales”.

“Esa querencia primordial los confronta radicalmente con los sistemas, ávidos por controlar la mayor cantidad de relaciones, riquezas, personas, bienes comunes y actividades potencialmente lucrativas, mediante leyes, disposiciones, políticas, extensionismo, programas, proyectos y dinero”.

“Hoy, cuando el crimen organizado va devorando territorios mediante el incendio y la deforestación, cuando el acaparamiento del agua crece y cuando más y más territorios son presa de la minería y otros megaproyectos, es inaceptable para el poder y las corporaciones que haya núcleos agrarios, comunidades en regiones enteras, que sigan manteniendo comunidad, colectividad, como modo de encarar al mundo en defensa de sus ámbitos de convivencia”.

Más adelante señala: “Pretenden fragilizar a la gente, dejarla expuesta a megaproyectos agroindustriales, extractivistas e inmobiliarios. Pero la memoria territorial sigue ahí, y la gente sigue defendiendo la visión ancestral y de futuro que tienen los pueblos”. (Hasta aquí Ramon Vera)

Quintana Roo y Yucatán están siendo víctimas del despojo y la impunidad; el proyecto y construcción del Tren Maya, ha traído y continuará trayendo una enorme devastación en lo que concierne al medio ambiente y el desquebrajamiento social.

Por supuesto el “desarrollo” y la riqueza no serán para las comunidades, ni para preservar uno de los mayores y valiosos ecosistemas del mundo, sino para las inmobiliarias, para los dueños de los enormes desarrollos turísticos internacionales y nacionales.

 Sin duda continúan los crímenes y la impunidad de los asesinos de la luna.