Las miradas se encontraron

Los eclipses siempre han movido conciencias y corazones.

El lunes pasado los ojos del mundo voltearon al cielo.

El cielo nos miró también.

Como no sorprenderse de la magnificencia del cosmos. Tanta perfección es alentadora y abrumadora.

Alentadora pues es muestra que sin duda existe algo más, que no es casualidad la existencia del todo.

Abrumadora, porque nos hace recordar cual pequeñitos somos, más pequeños que una hormiga, en el cosmos. 

Los eclipses siempre han movido conciencias y corazones. Es muy sano volver los ojos al cielo y tomar conciencia, recordar que formamos parte del todo.

Que maravilla fue ver como se encontraban las miradas del sol y la luna, y a su vez sus miradas con las nuestras.

El momento justo del abrazo celestial, se hizo el silencio. Como en un inicio, como nunca debió de dejar de ser la unicidad.

A los pocos segundos la tierra, nuestra madre tierra respondió, lanzó saludos al cosmos mediante los árboles, las aves, el latir de millones de corazones, que latían al unisonó con la mirada al cielo.

La ruta del eclipse de este año no fue casual, el universo sabe perfectamente lo que debe hacer. Entró, inició en el horizonte marítimo, con toda su grandeza y belleza.

Hay creencias de que genera cambios. Entró por Sinaloa ni más ni menos, donde se necesita sin duda restablecer el orden primigenio de armonía y respeto, no solo a la naturaleza sino al todo; a la vida.

Pasó por lugares emblemáticos de lo que hoy sucede en nuestro país y América. Pasó por Texas donde el racismo, la intolerancia y el fanatismo imperan. Pasó por comunidades indígenas, por sierras, mares y desiertos, pasó sobre la opulencia y la pobreza.

Me maravilla la perfección, la puntualidad a la cita programada. Me imagino a los planetas en su grandiosidad, moviéndose hacia donde tenían que estar en ese preciso momento.

Imagino lo que debieron sentir las culturas ancestrales, al ver un eclipse.  No en balde sentían un respeto enorme al cielo, al padre sol y la madre luna.

Sin duda sintieron temor, pensando todo se acababa, pero también sin duda, sintieron amor, al ver y sentir la luz. Y de ahí nacieron los Dioses y nuestra unidad a ellos.

El lunes se constató que la humanidad desea el retorno y permanencia de la luz, de la paz.

Fue muy impresionante como, “instintivamente”, las personas que no tuvieron la oportunidad de estar en las playas o en los bosques, buscaban lugares verdes, rodeados de naturaleza y paz. 

Nosotros decidimos ir al jardín botánico de la UNAM, de camino nos tocó ver como miles y miles de personas se dirigían a “las islas”, lugar maravillosamente bello y emblemático de la UNAM, donde la ciencia y el amor a la vida coexisten.

Después nos enteramos de que habían ido 65 mil personas a ese lugar. Eso demuestra cuantas áreas verdes agradables, bellas, limpias, hacen falta en todo el país.

 Hemos visto muchas universidades que tienen muchos espacios en los cuales se podrían plantar cientos de árboles, convertirse en espacios como este, donde la cultura y la naturaleza se unen para engrandecer el espíritu humano.

 Vimos el eclipse, en el jardín botánico de la UNAM, lugar de preservación de especies nativas, de conocimiento y amor por la naturaleza.

Ahí observamos la maravillosa conexión que existe entre los árboles, y de ellos al cosmos. Que impresionante fue ver como a la señal de dos enormes pinos, todos los demás empezaron a moverse creando un sonido melodioso y estremecedor por su grandeza y misterio.

Desde siempre me impresiona el cielo, me encanta ver las nubes y lo que nos dicen en silencio. Ver las estrellas me hace viajar al infinito.

En esos momentos, al escuchar el canto de los arboles a la creación, recordé una cita de Carl Sagan que les comparto:

“El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer; sentimos como un cosquilleo, nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande los misterios”.

Los eclipses sin duda han traído movimiento a la tierra, las mentes, a los corazones, desde siempre y continuaran haciéndolo por el tiempo restante.

Pienso en la grandeza y deseo de conocimiento de los Mayas, de los Mexicas, de los griegos, de los Celtas, Egipcios etc.

Sin toda la tecnología que actualmente tenemos, ellos pudieron entender, conocer y prever el movimiento de los astros.

Estuve buscando sobre los eclipses en la historia de México y encontré que “especialistas señalan que en el México antiguo se cree que los eclipses tuvieron relación con cambios, incluso de gobierno; así lo indican algunos registros como el eclipse total visto en Palenque en el año 490, u otros como los de Xochicalco y Santa Fe, que ocurrieron en los años 664 y 790 d.C., respectivamente”.

En la época del México prehispánico  se crearon  mitos para explicar lo que sucedía en el cielo, se creía que todo evento celeste se debía a la acción de los dioses , el eclipse resultaba ser una manifestación  de la cercanía del fin del mundo, y en su representación se involucraba a un gran felino, animal de la obscuridad nocturna, que devoraba a la deidad más venerada, al padre Sol, dios generoso que proporcionaba luz y calor y que con su movimiento indicaba el orden que el tiempo debía tener. Lo anterior se ve aún reflejado en lenguas como el náhuatl, el maya, el purépecha y el mazahua que expresan el eclipse de Sol como “el Sol es comido, mordido,” o “mordida de Sol”. Por otra parte, otras lenguas nacionales como el otomí o ñahñu, el mixe, el matlaltzinca, el mixteco, el ixcateco y el zapoteco lo expresan como “el Sol muere”.

Existe constancia y registro de eclipses en la época prehispánica, en códices, estelas y pirámides. Lo cual demuestra la enorme importancia e impacto que tenían.

 Existen Investigaciones divulgadas por la UNAM, respecto a un eclipse solar total ocurrido el 21 de abril de 1325, entre las 11:00 y las 11:06 horas, el cual posiblemente sirvió como señal divina para que los fundadores de México-Tenochtitlán decidieran asentar sus raíces en lo que ahora conocemos como Ciudad de México.

No fue la única vez en que los aztecas dotaron de simbolismo a un evento astronómico de este tipo. De acuerdo con Jesús Galindo Trejo, investigador de la UNAM, también hubo un eclipse que la sociedad mexica interpretó como un presagio de la caída de Tenochtitlan.

Años antes de la llegada de los españoles, los mexicas vieron “dentro del Sol una espada de fuego que lo atravesaba de parte a parte, un asta que de él salía y una bandera de fuego resplandeciente”, de acuerdo con lo relatado por cronista del siglo XVI, Diego Muñoz Camargo.

Este presagio, que vino desde Tlaxcala, fue interpretado como un signo de “total destrucción y acabamiento del mundo”.

No se conoce con exactitud en qué fecha ocurrió este fenómeno, lo que sí se sabe es que pudo ser un eclipse total de Sol, ya que sólo en este caso se puede ver la corona solar.

Moctezuma II y Nezahualpilli, rey de Texcoco, observaron un cometa en 1516, el cual fue asociado con previsiones de calamidades para sus territorios. Este avistamiento fue contemporáneo con la detección de un cometa en Europa, relacionado con la muerte de Fernando el Católico.

Otro acontecimiento notable, registrado por el padre Bernardino de Sahagún, ocurrió una década antes de la llegada de los españoles a América; fue la aparición de una “llama de fuego” en el cielo nocturno durante un año entero, posiblemente identificable como la luz zodiacal, causada por la dispersión de luz solar en partículas de polvo cósmico.

Este fenómeno, que produce una iluminación similar a la de la Vía Láctea, está registrado en otras fuentes históricas como el Códice Mexicanus.

Por último, durante el asedio a Tenochtitlan en agosto de 1521, con los mexicas cercados por los españoles y sus aliados indígenas, un evento extraordinario marcó el crepúsculo de la resistencia heroica de la ciudad.

Es sorprendente el conocimiento astronómico de nuestros ancestros, sin telescopios, sin filtros, sin computadoras.

Grandes mentes y corazones en unicidad con el todo.

 Olvidamos nuestro origen y valía, nuestra unicidad con el todo. Quizás sea por eso que cometemos tantas barbaries, que se comete tanto salvajismo contra la naturaleza y hacia todos los seres del planeta.

Este eclipse sin duda tiene un porque ser, por algo las miradas se encontraron.

Escribo este el 10 de abril, aniversario de la muerte de Zapata. Sus ideales aún están por cumplirse.