Diferenciar Género de Perspectiva de Género

“La perspectiva de género no es la perspectiva de las mujeres; son dos cosas distintas”: Alda Facio.

Para atender realmente lo que es la perspectiva de género, tenemos que aceptar que la cultura occidental posee una cosmovisión dicotómica, esto es que percibe y entiende el mundo dividiéndolo en áreas o puestos, además de jerarquizarlos y sexualizarlos. Todo lo que está relacionado con la cultura es más valorado que lo que está relacionado con la naturaleza.

Lo cultural es sinónimo de masculinidad; lo femenino se representa con “lo natural”.  Así, lo femenino vale menos que lo masculino, puesto que lo racional domina y vale más que lo emocional;  la producción domina y vale más que la reproducción, etc.

Nuestra forma de pensar está impregnada de este sistema de prácticas, representaciones, símbolos, normas y valores, por ello es que la perspectiva de género nos permite visibilizar esta cosmovision, invitándonos a utilizarla en el análisis de todas las situaciones (y en todas las situaciones sociales), lo que sin duda alentará el avance en la erradicación del sexismo, el racismo, la explotación de clase, así como otras formas de discriminación que han inventado los hombres para mantener privilegios individualistas.

El género como concepto, existe desde hace muchos años, sin embargo, a partir de los setentas empezó a ser usado en ciencias sociales con un significado nuevo: “Se llama género al conjunto de características sociales atribuidas a una persona, según su sexo. No es lo mismo el sexo biológico que el género, que es la identidad  asignada  o adquirida por ese ‘sexo’”, menciona Cora Ferro Calabrese, catedrática, teólogo y educadora costarricense.

Quienes estamos interesadas en la problemática de la mujer, insistimos en que, en esta vida, todo tiene que ver con género y todo se puede analizar desde una perspectiva de género. Es más, sabemos que si una no hace un análisis desde la perspectiva de género, lo está haciendo desde la perspectiva androcéntrica, porque si una no toma en cuenta la desigualdad de poder entre hombres y mujeres y la desigual valoración de lo masculino y lo femenino al analizar una determinada situación, ya sea en la que participamos hombres y mujeres, o sólo hombres, o la situación del medio ambiente… si una toma en cuenta desde dónde se hace el análisis, una está haciendo un análisis androcéntrico (sólo desde la óptica masculina).

 Alda Facio, abogada y feminista costarricense, especialista en género y derecho, autora de diversas publicaciones sobre el tema, lo explica de manera clara y sencilla: “La perspectiva de género -dice- no es la perspectiva de las mujeres; son dos cosas distintas”. Tampoco hablar de género es hablar necesariamente de las mujeres, aunque pareciera que sí, debido a que casi siempre que hablamos desde una perspectiva de género estamos hablando de las mujeres. Esto es así por dos razones fundamentales: primero, porque las mujeres somos las que hemos desarrollado más la teoría de género y esta nueva forma de ver el mundo a la que llamamos perspectiva de género. Es natural que nos hayamos dedicado más a investigar nuestra realidad que la de los otros, no sólo porque somos nosotras las que sufrimos el sexismo, sino porque se sabía muy poco sobre nuestra realidad.

Segundo, porque como antes estábamos invisibilizadas en todo el quehacer humano, aun cuando estamos describiendo una situación en la que estamos hombres y mujeres, o que nos afecta a hombres y mujeres, tenemos la impresión que sólo se está hablando de las mujeres o de lo que afecta a las mujeres, especialmente si aparecemos como protagonistas de la situación. Por ejemplo, estamos acostumbradas a oír hablar de la situación de los indígenas, porque estamos acostumbradas(os) a la visión androcéntrica que parte de una concepción del mundo en que la experiencia masculina es central a la experiencia humana. Así, cuando escuchábamos la experiencia

de los hombres indígenas creíamos escuchar la experiencia de hombres y mujeres pertenecientes a la etnia, sin tomar en cuenta las especificidades de cada quien.

“Ahora bien, cuando, desde una perspectiva de género se nos habla de la realidad de hombres y mujeres indígenas, creemos que sólo se nos está hablando de las mujeres o de lo que a las mujeres les interesa. Y no es de extrañar que todavía suceda así, que todavía se crea que la perspectiva de género es sólo para analizar la situación las de las mujeres… pero lo importante es entender que la perspectiva de género es mucho más que eso, es mucho más profundo y va mucho más allá de visibilizar a las mujeres o de visibilizar las relaciones de poder entre hombres y mujeres”.

El sexismo, como el racismo y el clasismo, no sólo definen las prácticas sociales que son construidas diariamente, sino que definen las características de las instituciones sociales, y más importante aún, conforman nuestros patrones de pensamiento. El sexismo interactúa con el racismo y el clasismo para estructurar todas las instituciones sociales que hoy existen y por ello todas las instituciones sociales están construidas con una concepción androcéntrica, racista y de clase. Por ende, cualquier análisis de la realidad que no sea sexista tiene que tomar en cuenta cómo el género construyó esa realidad. Es precisamente la perspectiva de género la que da cuenta de cómo nuestras relaciones interpersonales y el conjunto de las relaciones sociales están estructuradas sobre ciertas concepciones culturales.

“Con la perspectiva de género -continúa Alda Facio- hemos detectado el sistema de sexo/género en la construcción de lo doméstico, de lo público, de qué es objetivo, qué es ciencia, cuál es la distinción entre entre cultura y naturaleza. Con la perspectiva de género hemos visibilizado que casi no ha existido un acto humano o un pensamiento humano; la vasta mayoría de los actos y pensamientos registrados han sido actos y pensamientos de los hombres. La perspectiva de género resalta toda una serie de valores y creencias que estaban invisibilizadas en el análisis de cualquier situación”.

Si lo que nos proponemos es trabajar con perspectiva de género para construir nuevos modelos culturales, sociales, de convivencia armónica, es necesario que visibilicemos, valoremos y reubiquemos la experiencia femenina al centro de la experiencia humana. De nosotras(os) depende el que sigamos invisibilizadas, escondidas detrás de lo masculino, o que transformemos esta sociedad inequitativa en una donde las mujeres nos autovaloremos y seamos capaces de alcanzar la felicidad.

Nos encontramos en el momento justo de construir una nueva relación, una nueva identidad.