Generaciones perdidas

Para los padres no tendría que ser un reto la educación de sus hijas sino existiera la prevalencia de violencia en las calles y en las escuelas. | Agencia de Comunicación Gráfica

Ustedes los jóvenes que fueron a la guerra son “une  génération perdue” (una generación perdida), frase que  el propietario de un taller mecánico, le expresó a uno de sus aprendices, en el momento que su clienta Gertrude Stein  (1874 -1946), escritora norteamericana, pionera de la literatura modernista, manifestaba su descontento por  las deficientes reparaciones hechas a su vehículo. Posteriormente, la escritora  replicó semejante frase  al escritor y periodista Ernest Hemingway (1899-1961), (you’re all lost generation ), “todos  ustedes son una generación perdida”,   por lo que a partir de ese momento, al grupo de escritores norteamericanos  que participaron  en la I Guerra Mundial (1914- 1918) y que se fueron a refugiar a Francia, se le conoció con el sobrenombre de “La Generación Perdida” ”Esta acusación se refería a la falta de propósito o impulso resultante de la horrible desilusión sentida por aquellos que crecieron y vivieron la guerra”. Lo que comenzó como una gran aventura para los jóvenes, se convirtió en una tragedia para la humanidad, que influyó en su ánimo y pensamiento. Hemingway, en el epígrafe de su novela Fiesta (1929), vuelve a mencionar dicha expresión.

Algo parecido a lo sufrido por  aquellos jóvenes que vivieron y participaron en la primera guerra mundial (1914-1918), les está sucediendo principalmente  a niñas, niños, adolescentes y jóvenes,  pertenecientes a las cohortes demográficas 2017, 2011, 2008, 2005, 2002 y 1998, al estar soportando los embates de la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 y en un confinamiento familiar, por más de año y medio, adaptándose a un proceso de enseñanza-aprendizaje a distancia, en sustitución de las clase presenciales. De no mejorarse las condiciones sanitarias y regresar pronto a la normalidad, la frase de aquel mecánico parisino, puede tener vigencia no sólo en  una generación  sino en  seis  generaciones, que han sido las más   afectadas en su educación  y en su  desarrollo profesional, a causa de mencionado acontecimiento.

La  generación  de niñas y niños nacidos en 2017, tenía que haber iniciado su educación preescolar, en agosto de 2020, lo cual  no fue posible por los efectos de la pandemia. Teniendo que guardarse  en casa, con las ilusiones rotas al no poder conocer el primer espacio de su educación formal,  a donde iniciarían su proceso de  socialización; aprenderían el uso  correcto de las diferentes formas del lenguaje;  alimentarían los valores construidos en el seno familiar y en su medio ambiente social; aprenderían a manejar  sus emociones y resolver conflictos; realizarían actividades creativas; continuarían con su desarrollo cognitivo y de su sistema sicomotriz;  aprenderían  las normas básicas de convivencia social  fuera y dentro del aula Todo este escenario quedó pendiente y a cambio han tenido vivencias que les están dejado cierta inestabilidad emocional no fácil de superar.

La siguiente generación de niñas y niños afectada  por la pandemia, se ubica entre los años  2010 y 2011, quienes en agosto de 2020, formarían parte de la matrícula escolar correspondiente al  primer grado de educación primaria. Pero que no pudieron hacerlo y se quedaron con sus uniformes preparados (inconstitucionales sino son gratuitos), inclusive en algunos casos  con los recibos de las también inconstitucionales “cuotas voluntarias”,  que ya habían pagado. Poco apoco se fue desvaneciendo su entusiasmo  de  avanzar en su crecimiento humano y de  poder convivir con otras  personas y nuevos  docentes y caminar por otros espacios escolares. Quedando pendiente, seguir socializando; la adquisición de nuevos conocimientos; el asesoramiento de los docentes para la implementación de una estrategia de aprendizaje y  razonamiento;  así como, la consolidación de los  valores y  su propia  identidad.

Los niños y niñas nacidos entre  2008 y 2009,  forman la generación que se estarían inscribiendo a primer año de secundaria. Sin embargo se quedaron con las ganas de conocer su nuevo centro educativo, sus nuevos compañeros  y  docentes que les impartirían cada una de las diferentes asignaturas. Interrumpiéndose el desarrollo de las capacidades y habilidades iniciadas desde la educación preescolar. Careciendo de las asesorías y tutorías para entender y asimilar los cambios naturales tanto físicos como psicológicos, así como para organizar el estudio  de las asignaturas y hacerse responsable de su propio aprendizaje, sobre todo del significativo.  No tuvieron la oportunidad de saber a ciencia cierta que conocimientos  les son más atractivos, menos iniciarse en el aprendizaje de una  lengua diferente a la materna.

Los adolescentes nacidos en 2005, deberían haber  iniciado su educación media superior en agosto o septiembre de 2020. También conocida como preparatoria o bachillerato, con duración entre dos o tres años, según la opción seleccionada ya fuera el bachillerato universitario, el bachillerato general o el bachillerato tecnológico. Con la posibilidad de que  al mismo tiempo de estarse preparando  para continuar estudios superiores, puedan obtener un título como técnicos profesionales. Pero que seguramente por el confinamiento los adolescentes no pudieron decidir con certeza la mejor opción y mucho menos disfrutar de una mayor libertad desde el punto de vista social,  emocional y hasta académico, como suele suceder en tiempos normales. También se limitó el desarrollo de “las competencias requeridas para ingresar  a una universidad y adquirir una profesión o para incorporarse al mercado laboral ya que la educación media superior es el puente más importante para transitar hacia el primer empleo”. “Las ventajas de concluir satisfactoriamente el nivel medio superior redundan en beneficios para el mismo mercado de trabajo y no solo para los futuros trabajadores”.

Los jóvenes nacidos entre  2002 y 2003, forman la generación que en agosto o septiembre se estarían inscribiendo a primer grado de la licenciatura, para el aprendizaje de los planes y programas de estudios seleccionados de acuerdo a las competencias individuales y posibilidades de desarrollo profesional, que se implementan en  los 13 Subsistemas Educativos existentes en nuestro País. Los jóvenes no contaron con  el apoyo de los docentes para mejorar su estrategia de aprendizaje y vincular sus competencias con el campo laboral de su preferencia. Asimismo “no tuvieron la oportunidad de ser asesorados por los docentes para tener éxito en sus estudios y desarrollar las competencias que se requieren en el campo laboral”. Con este alejamiento de las aulas se complica más esta situación, teniendo como consecuencia del camino, que la mayoría de los profesionistas en México, se dediquen a realizar actividad diferente a la de su preparación universitaria. Esto es preocupante ya que el desarrollo de un país se sustenta en el grado de desarrollo de su mano de obra.

De la generación 1998-1999, sólo podemos decir que los egresados de las universidades se quedaron a la deriva. Al no poder titularse por la interrupción de su servicio social y  no poder conseguir  trabajo por la falta de título profesional. Situación que a ninguna autoridad educativa le interesa. A nivel federal a todo se dedican, menos a la administración del servicio educativo. A la fecha no se ha procedido en contra de los responsables del destrozo, vandalización y abandono de las escuelas, menos acondicionado para el regreso a clases;  ni se ha sancionado a quienes cobran como docentes sin prestar ningún servicio y no se han cubierto pagos pendientes  a docentes.  A nivel estatal la preocupación de la autoridad educativa, se limita a encontrar  reacomodo en  la nómina oficial. De la municipal ni caso tiene hacer algún comentario, son indiferentes a la educación.

Con ese encierro que aún persiste, se interrumpió el  “desarrollo de las capacidades del pensamiento que constituyen la base del aprendizaje permanente y de la acción creativa y eficaz en diversas situaciones sociales”. Por otra parte, la mayoría de  las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, durante todo ese tiempo han vivido con miedo de perder a un ser querido, de perder una relación de amistad o amorosa, miedo a perder la vida y  miedo a la incertidumbre. Lo más triste es que se han dado cuenta de cosas desagradables que suceden en casa y que antes pasaban desapercibidas por las pocas horas de convivencia familiar. Esa realidad a muchos les ha provocado ansiedad y angustia con repercusiones en su estado de ánimo al ser lastimados en  su espíritu y dañados en su pensamiento. Por principio de cuentas, los espacios son reducidos, se vive con carencias y limitaciones, no es fácil una convivencia armónica entre varias personas por mucho tiempo  y se compite hasta con los hermanos para mejorar en la vida. Han sido mudos testigos en algunos casos  de cómo el amor entre  los padres cada día va disminuyendo, esfumándose por las ventanas sin posibilidad de retorno. Discuten por el mínimo pretexto, principalmente porque el salario que ya no alcanza ni para cubrir las necesidades básicas, mucho menos para comprar  las herramientas más elementales para que ellos puedan recibir las clase a distancia. Escuchan en silencio las posibles soluciones a los problemas, desde conseguir dinero prestado hasta vender el vehículo familiar, para sortear de momento el vendal y poder comprar las medicinas para controlar la diabetes del abuelo, la hipertensión o alguna otra enfermedad crónica o simplemente disolver la sociedad conyugal. Se han empezado a desdibujar la figura paterna, al  hacer comparaciones con los papás de amigos y conocidos, quienes aprovecharon  las oportunidades de la vida para ser menos desiguales o de aquellos otros que siempre han vivido de la política logrando acumular el patrimonio suficiente para vivir bien toda su vida, sin aportar nada significativo a la sociedad.  Estas generaciones escolares han sido las más afectadas en su desarrollo educativo al no haber podido iniciar su ciclo de aprendizaje inmediato posterior. Por lo que  tendrán que realizar un esfuerzo extraordinario para poder competir en igualdad de condiciones con sus similares y no formar parte de alguna “generación perdida”.