Luz en la oscuridad…

Valle de Wesak en él Himalaya, durante el plenilunio de mayo. (Pintura realizada por Nicolás Roerich).

La luna ha viajado alrededor de nuestro planeta durante miles de millones de años, desde antes de que las primeras chispas de vida se encendieran en los océanos, incluso antes de que la Tierra se enfriara lo suficiente para albergar océanos.

 Se formó hace unos 4500 millones de años, cuando el sistema solar estaba en formación y rebotaban en ella muchos cometas, meteoros y asteroides. Una de esas colisiones, entre la Tierra y una esfera del tamaño de Marte, probablemente expulsó roca fundida al espacio. Parte de esta roca se aglutinó y se enfrió, formando lo que ahora conocemos como la Luna.

Hay más de 190 lunas orbitando los planetas y asteroides de nuestro sistema solar, y la terrestre es la quinta más grande de ellas. Mide unos 3474 kilómetros de diámetro, casi un tercio de la anchura de la Tierra y orbita a una distancia media de 30 anchuras terrestres.

Cada 27,3 días, la Luna completa una órbita alrededor de nuestro planeta, así como un giro sobre su propio eje. Esta danza celestial, denominada rotación sincrónica, significa que siempre vemos la misma cara de la Luna. Vista desde la Tierra, la parte de la Luna iluminada por el Sol parece crecer y menguar, lo que da pie al ciclo lunar, de luna nueva a luna llena. Esta secuencia es el resultado combinado de la posición cambiante de la Luna respecto a la Tierra y al Sol, por lo que se completa un ciclo lunar cada 29,5 días.

Desde los orígenes de la humanidad ha existido un fuerte vínculo de la humanidad y la luna. Existen indicios que confirman la existencia de pueblos de Polinesia, Melanesia, tribus del Amazonas o africanas que han tenido al satélite por un ser vivo que compartía con ellos sus alegrías y tristezas. Los papúes la llamaban Bimbaio.

En el antiguo Oriente Próximo y Medio cobró gran importancia el culto a la Luna: se sabe que en la ciudad de Uruk adoraban a Inanna y en algunos templos se rendía culto a Bilquis-Ilumquh, un dios lunar.

Escritos antiguos relatan como en la ciudad de Ur, patria de Abraham, se rendía culto y respeto al dios de la luna Nannar, en Uruk adoraban a su hija Inanna.

En Egipto existieron varios dioses lunares: Jonsu, Thot, Min e Iah. Thot fue considerado el “padre” de las matemáticas y otras ciencias.

En Fenicia la diosa Astarté de claro origen sumerio-acadio, denominada Ninnin en sumerio e Ishtar en acadio era la homónima de Isis y Hathor.

La mitología greco-romana contaba entre sus filas con Selene, también llamada Luna, la cual con el tiempo perdió relevancia ante otra diosa de similares poderes llamada Artemisa en Grecia y Diana, en Roma.

Para los mayas, Itzamná era el Dios creador, encarnaba el cosmos y era el dios de los cielos. Le enseñó el lenguaje al pueblo maya. Por su parte Ixchel era la   Diosa maya de la Luna, esposa del dios solar Kinich Ahau.

Las sociedades antiguas de Mesoamérica eran sumamente complejas, ya que su sociedad estaba estructurada de acuerdo con la madre tierra y todos sus habitantes. Una de las guías más importantes para los gobernantes prehispánicos era la disposición de los astros, quienes regían la vida de la gente. Por ello es que existen tantas leyendas sobre el sol, la luna y las estrellas. Una de las más bellas y desgarradoras es la historia de Ixchel y su enamorado, Itzamná.

En la mitología maya, Ixchel era multifacética. A veces se le representaba como una mujer joven y a veces como una anciana, dependiendo de las fases lunares. Era patrona de los oficios relacionados con la concepción, el embarazo y el parto. También era diosa de la medicina, los textiles, la pintura, las aguas, el arcoíris, la noche y la fertilidad de la tierra. Esta gran versatilidad la estableció como una de las deidades de cabecera de los mayas.

Me pregunto, que pensará la luna en estos tiempos, al ver la selva maya, la fauna, la flora, los cenotes siendo destruidos, asesinados, ultrajados.

La luna sido desde siempre, el faro que alumbra la oscuridad.

Faro de los navegantes, como el gran Ulises, como los Fenicios, los Vikingos, los Mayas. Sus rayos han alumbrado el camino de millones de migrantes alrededor del mundo.

Ha alumbrado a los cazadores en la época prehistórica, que salían protegidos de la oscuridad, pero siempre estaba ella, la Diosa luna, para alumbrarles el camino.

La luna ha alumbrado y guiado a mujeres medicina, a sacerdotisas en búsqueda de guía, de luz.

La luna alumbraba también a los piratas en altamar, en búsqueda de los galeones procedentes del nuevo mundo, cargados de tesoros, dignos de las mil y una noches.

La luna, el sol, las estrellas, los planetas, no solo se tornaron leyendas, sino sobre todo han sido guías de la humanidad desde que alzamos los ojos al cielo. Desde que la humanidad se preguntó por qué y para que estamos aquí.

La luna llena siempre se ha rodeado de misterio, magia y sobre todo de espiritualidad.

Por ejemplo, la luna llena del día de mañana, la cual es conocida como Wesak.

Wesak, el día del plenilunio en el mes mayo, es el día más sagrado para millones de budistas de todo el mundo. Fue en el día de Wesak hace 2500 años, más exactamente en el año 623 a. C., cuando nació Buda. Asimismo, en este día Buda alcanzó la iluminación y también fue el día en el que falleció a los 80 años de edad.

Ese día, en el momento exacto del plenilunio, miles de personas alrededor del mundo, sin importar de que religión, de que raza, o nacionalidad se conectan espiritualmente al Valle de Wesak, ubicado en los Himalayas, donde según la tradición milenaria, baja el Señor Buda y el Señor Cristo, para bendecir a la humanidad y el planeta.

Miles de ciudadanos del mundo se unirán mañana espiritualmente, no solo para recibir las bendiciones, sino para a su vez, bendecir al planeta y todo ser.

Mujeres y hombres de todas nacionalidades, edades y creencias, alzaran sus ojos y corazones al cielo, haciéndose uno con la divinidad, no solo pidiendo ser bendecidos, sino conscientes de que cada uno de nosotros hemos de ser luz en la oscuridad.