Diez de mayo

Bien vale la pena, como mínimo, dedicar un día al año, para reconocer el trabajo, esfuerzo y sacrificio que a diario hacen la mayoría de las madres mexicanas. (Foto: especial)

De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española, la palabra madre significa: Hembra que ha parido. Hembra respecto a su hijo o hijos. Matriz en que se desarrolla el feto. Lo que significa que el proceso de ser madre, empieza desde la fecundación, porque a partir de ese momento, inicia la vida de un nuevo ser, al que se le procura las mejores condiciones, para que tenga un desarrollo sano, durante los siete o nueve meses que dura su proceso de gestación dentro del vientre materno, lo cual desde un principio es una manifestación de amor, lealtad, trabajo y esfuerzo.

Pero a partir de ese momento, también empiezan los sacrificios y las preocupaciones de las futuras madres. Por principio de cuentas, el embarazo, debe tener un seguimiento médico profesional, para lo cual sólo existen dos alternativas, los servicios públicos de salud o los privados; los primeros son insuficientes y de mala calidad y los segundos, resultan onerosos, por lo que, en la mayoría de las veces son inaccesibles. Problema de salud que no se ha desbordado, gracias al sistema de servicios médicos de paga, de las farmacias con consultorio médico, que se ubican por todas partes, donde se proporcionan consultas externas a bajo costo y sin pérdida de mucho tiempo

 Los problemas se multiplican a partir del nacimiento de los hijos, porque aparte de velar por su salud, protegerlos físicamente y proporcionarles, alimentación calzado, vestido y casa, son las madres quienes asumen la responsabilidad de su educación informal, con la ilusión que sus hijos logren un desarrollo armónico de sus capacidades físicas, intelectuales y morales. Iniciando con la enseñanza del lenguaje, para que puedan comunicarse lo más pronto posible, simultáneamente con las diferentes formas de jugar, para que ejerciten su sistema motriz, asimismo con la construcción valores tales como el respeto, la responsabilidad, la honestidad, la disciplina, la lealtad entre otros, para que vaya creciendo como seres humanos y aspiren a llegar a ser autosuficientes y útiles a su comunidad.

Las cosas se complican o se vuelven más complejas, cuando las madres, tienen necesidad de trabajar, ya sea para completar el ingreso o asumir de plano la responsabilidad total de la familia, dejando en manos de terceros o simplemente a la deriva la educación informal de sus hijos, con los riesgos que esto conlleva y un vació educativo difícil de llenar.

Son las madres quienes optimizan tiempo y espacio, para atender trabajo y familia, hasta podíamos decir que tienen una vida agitada, por lo que regularmente disponen de poco tiempo para su atención personal. Son ellas las que directamente recienten los vaivenes de este sistema económico de producción en que vivimos, donde las desigualdades se reducen o se amplían en función de la capacidad adquisitiva de las personas. A diario hacen milagros, al estirar los centavos, tratando de que alcancen para comprar los alimentos necesarios, para que siga subsistiendo la familia y además; pagar el agua; la luz; el teléfono; predial o renta; las “cuotas voluntarias de inscripción”, “las fichas de inscripción”; uniformes escolares; útiles escolares; transporte escolar o algún otro gasto catastrófico (consulta médica y medicamentos). 

Son las madres las que llevan prácticamente toda la responsabilidad económica y la carga emocional de la familia, más cuando por azares del destino se quedan solas al frente de la familia, volviéndose más fuertes a los retos de la vida, por ese amor incondicional que profesan a los hijos desde que se empiezan a gestarse en su vientre.

 Por eso y por otras razones morales y éticas, es difícil entender, la agresión, que a diario sufren muchas mujeres, quienes son la esencia de la vida misma, psicológicamente se pudiera decir que son víctimas de quienes nacen y crecen con el complejo de inferioridad. Pero, socialmente, sólo se puede entender, que son víctimas de una absurda estrategia de seguridad, sumada a la corrupción e impunidad con que se aplican las leyes.

Es triste y lamentable que, al final de la jornada, se altere el proceso natural de miles de madres, por lo general, pertenecientes a la clase social, menos favorecida por el desarrollo alcanzado hasta nuestros días, producto del esfuerzo y trabajo de las generaciones pasadas y de la que se encuentra en proceso de la que formamos parte del actual censo de población, pero que sólo ha sido aprovechado por una minoría, insaciable de comodidades y bienestar.

En lugar de vivir sus últimos años, disfrutando de la convivencia de sus descendientes y de logros alcanzados, se han visto obligadas por cuenta propia y riesgo, a dedicar horas, semanas, meses y años, a buscar a esposos, hijos. nietos y demás familiares, quienes de la noche a la mañana desaparecieron sin motivo aparente y sin dejar rastro o huella sobre su paradero.

Estas madres, se están dedicando de tiempo completo, sin percibir sueldo alguno, mucho menos protección u otro tipo de apoyo, a realizar el trabajo que socialmente le corresponde a la Federación y a los gobiernos estatales y municipales, como se describe en el Artículo 2º, de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Quienes anualmente disponen de recursos presupuestales para el cumplimiento de esas funciones.

Muchas madres buscadoras, son eliminadas o desaparecidas en su intento por encontrar o conocer el destino final de sus familiares, otras, concluyen su ciclo biológico durante ese proceso de búsqueda, sin haber logrado su propósito. Las más afortunadas por su juventud o tocadas por la “buena suerte”, sin tregua alguna, siguen con la esperanza de  que, algún día en el momento menos esperado se rencuentren con sus seres queridos o por lo menos lleguen a saber con certeza donde fue su última morada y por fin alcanzar la paz y tranquilidad espiritual que en cuestión de segundos les fue arrebatada.

Bien vale la pena, como mínimo, dedicar un día al año, para reconocer el trabajo, esfuerzo y sacrificio que a diario hacen la mayoría de las madres mexicanas, para sacar adelante a sus familias y conducir a los hijos por el camino del bien, en una sociedad donde se profundizan las desigualdades y florece la corrupción, la impunidad y la delincuencia, ante la indiferencia de quienes nos han gobernado desde el triunfo de la revolución mexicana hasta nuestros días, quienes seguramente, este 10 de mayo organizaran vistosos eventos con motivo del día de las madres,  sin importarles los problemas económicos y sociales que enfrentarán los otros 364 días y 6 horas del siguiente año. 

Ante la demostración de respeto, lealtad, responsabilidad, sacrificio, ética y moral, por parte de las madres para proteger a sus hijos y mantener la unidad familiar a veces a costa de su propia vida; es decir ante tal dimensión de calidad humana; lo mínimo que debemos manifestar no sólo este diez de mayo, sino cada vez que sea necesario, desde lo más profundo de nuestros pensamientos y en cualquier espacio de nuestras vidas, sin regateo alguno: madres michoacanas, madres mexicanas, madres del universo, benditas por siempre sean.