Dadoras de vida

Es de agradecer a nuestras madres, el habernos querido y cuidado, desde siempre y por siempre. (Foto: especial)

Mayo es un mes lleno de celebraciones, empezando el primero, día del trabajo, el cinco conmemorando la batalla de Puebla, el 8 celebrando que un día como ese, pero de 1753, hace 270 años, nació Miguel Hidalgo y Costilla, luchador por la igualdad, la libertad en todas sus acepciones.  Encabezó el levantamiento en armas contra el mal gobierno, y por la independencia de México.

El día de ayer, 10 de mayo, se conmemoró el día de las madres. El origen de esta festividad se remonta a la Grecia antigua, donde se celebraba este día en honor a Rhea, conocida como ‘la madre de los dioses’.

 Madre de los Dioses del Olimpo; Júpiter, Neptuno y Plutón. En el Imperio Romano se rendía culto a la Diosa Cibeles, la Diosa Madre.

En la civilización egipcia, era la Diosa Isis, conocida como la “Gran Madre”, la cual era objeto de culto y homenaje perpetuo.

El catolicismo en Europa transformó esas celebraciones en honor de las diosas madres, y lo trasladó a la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret. El 8 de diciembre de 1954.

En Estados Unidos, el Día de la Madre se comenzó a celebrar gracias a los esfuerzos de dos grandes mujeres: la poetisa y activista Julia Ward Howe y Anna Reeves Jarvis. Esta última llevó a cabo una intensa campaña por todo el territorio estadounidense para lograr que las madres fueran reconocidas con un día especial.

En México, el Día de las Madres se festeja cada 10 de mayo desde 1922, por iniciativa del entonces secretario de Educación Pública, José Vasconcelos.

El día de las madres en México, es para muchos, después del día de la Virgen de Guadalupe, del Grito de Independencia, y la navidad, la fecha más importante.

Es día de fiesta. Lamentablemente para miles de madres es de tristeza, por los hijos e hijas desparecidos, asesinados. Como desde hace milenios, las madres son y serán siempre guerreras por la vida.

Pareciera no pasa nada, pero no hay olvido.

Desde la noche anterior, las calles se llenan de puestos de flores multicolores. Los mariachis, las bandas, tríos y /o grupos de jóvenes se preparan, para al punto de los primeros minutos del día diez, cantarle las mañanitas a las madres propias y extrañas.

Desde la época prehispánica, la madre ha jugado un papel determinante en el desarrollo de la sociedad y es que a lo largo de la historia ha sido considerada como la constructora, educadora y bastión de su sociedad, prueba de ello, es el gran número de representaciones de diosas mesoamericanas.

Al respecto, el arqueólogo Eduardo Merlo, asevera que la madre fue el centro de la sociedad prehispánica y que “alrededor de ella se disponía, se repartía y se decidía el destino de la familia, y de la organización social. Simbólicamente, el hombre gobernaba, pero la mujer era el centro”.

Algunas de las diosas mexicas más veneradas son Tonantzin, nuestra madre. Xilonen, diosa del maíz; Mictecacíhuatl, señora de la muerte, y Toci, la diosa abuela que enseñaba a las mujeres los secretos de la vida doméstica y la coquetería.

La afrenta a la madre en la época prehispánica se consideraba imperdonable, debido al papel preponderante que las madres tenían dentro de la organización social.

Gracias a los descubrimientos e investigaciones realizadas en el sitio arqueológico de Palenque, se sabe que de sus 12 gobernantes dos fueron mujeres, Kanal Ikal (Yohl Ik’nal), que reinó de 583 a 604 d.C. y Zac-Kuk, quien gobernó del 612 a 640. Ambas jugaron un papel fundamental en la preservación del poder político familiar.

El papel creador de la mujer, de acuerdo con la arqueóloga Miriam Judith Gallegos Gómora, quedó de manifiesto en el Popol Vuh, donde se narra que la diosa vieja Ixmucané participó en la creación junto con su pareja masculina.

Las mujeres de la época prehispánica tenían el dominio principal de la sociedad: la reproducción, su poder residía en su capacidad de generar vida, de mantener y reproducir, en un mundo aparentemente masculino, un orden y un equilibrio femenino. Muchas de ellas ocuparon un gran poder político.

Las madres eran de gran importancia en la transmisión de conocimientos a los hijos, proceso en el cual las ancianas fungían como madrinas, que les bautizaban y les enseñaban la historia, las costumbres y les llamaban la atención si cometían errores.

En relación con la fertilidad, el papel de las mujeres durante este periodo sobrepasaba en importancia a todas las demás características femeninas.

 Las diosas mexicas principales fueron: Xilonen y Chicomecóatl (maíz tierno y maíz maduro, respectivamente), Mayahuel (maguey), Huixtocíhuatl (aguas saladas), Chalchiuhtlicue (agua), Iztaccíhuatl (montañas) y Xochiquétzal (flores).

Entre las diosas relacionadas con la fecundidad-maternidad, destacan Omecíhuatl, la gran creadora de la que surgen dioses y hombres; Teteo Innan, ‘madre de los dioses’ y Coatlicue, madre de Huitzilopochtli y diosa de la fertilidad, de vida y muerte.

 Tonacacíhuatl, ‘mujer de nuestro sustento’ y principal nodriza de la población; Oxomoco, primera mujer creada y de la que surgió el resto de la raza humana; Cihuacóatl, diosa invocada en los partos difíciles, y Yoaltícitl, de los partos.

Todo lo anteriormente expuesto, desde cómo se concebía a las Diosas en Egipto, Grecia, Roma, mundo prehispánico, se deriva de cómo se “veía” a la mujer en la época prehistórica.

 Desde los inicios de los tiempos las mujeres, son las dadoras de vida.

 En la época prehistórica el papel de las mujeres era preponderante, eran sumamente valoradas, cuidadas, e incluso había luchas por las mujeres fértiles, pues de ellas dependía la vida del clan.

Eran semi diosas, ya que de ellas salía un nuevo ser.

Ser madre, dar a luz a un nuevo ser, es sin duda algo asombroso; mágico, maravilloso.

Es de agradecer a nuestras madres, el habernos querido y cuidado, desde siempre y por siempre. El habernos alimentado, enseñado a caminar, hablar, y tantas y tantas cosas, maravillosas, que nos va mostrando la vida en cada amanecer.