La inexorable muerte del Lago de Cuitzeo

En abril de 1941, el escritor Alfonso Reyes publicó “De Cuitzeo, ni sombra” en Buenos Aires, donde hablaba de la agonía del cuerpo de agua.

Así lucía el cuerpo de agua a fines de junio de 2023 | Fotografía: Agencia Comunicación Gráfica

Morelia, Mich.- Hace más de ocho décadas que el escritor Alfonso Reyes escribía haber visto un paisaje desolado donde antes estuviese el Lago de Cuitzeo.

Era una superficie de tierra resquebrajada por la desecación, una inmensa extensión, tan grande como para haber sido la segunda en México por tamaño y por su importancia comparada por el autor regiomontano con otros lagos de Grecia (“Un dios del camino” en Junta de sombras, 1949).

“Hace pocos meses hemos tenido la experiencia de lo que puede ser, para la génesis de una novela, la emoción de un paisaje… Tal ha sido la pesadilla de la seca. Por unos instantes la ráfaga de la novela nos había azotado la frente”, anotó en 1941 por la conmoción que le producía estar ante un lago agonizante como el de Cuitzeo.

Ya entonces se preguntaba por qué no se hacía nada ante la situación, pero de esos 82 años a este momento, en que el lago sigue siendo una superficie resquebrajada, se han construido carreteras que acabaron por estrangular más todavía su cuerpo líquido, sin olvidar que sus terrenos sirven como zonas de pastoreo y que quienes tienen campos de cultivo durante años han extraído el agua de ahí.

Que una de las dos mitades del Lago de Cuitzeo esté ya seca y que la otra sólo tenga una tercera parte de su capacidad, hablan de lo que Alfonso Reyes vio una vez, en otro México, hace ya ocho décadas, pero parece inexorable el hecho de que esta vez no habrá dioses del camino que lo salven. Al menos Alfonso Reyes hubiera escrito esa novela que le suscitaba la visión de un lago moribundo.