Cuesta o pendiente de enero 

La inflación se mantiene para los precarios bolsillos de los consumidores. (Foto: especial)

Después de las tradicionales fiestas navideñas y de año nuevo, días en que se acostumbra realizar  gastos extraordinarios para la compra de algunos  regalos o de un bien en especial  y  olvidarse  por un momento de la marginación y las desigualdades sociales en que a veces se vive. Es en el mes de enero, cuando  las familias de jornaleros, obreros, campesinos, docentes, jubilados  y pensionados, trabajadores al servicio del estado y empleados de las empresas privadas, entre otros integrantes de la sociedad, empiezan a sentir con mayor severidad la realidad económica  en que siempre han vivido.

Al hacer un recuento de los gastos  realizados y los ingresos recibidos durante el año anterior, se dan cuenta del considerable rezago económico familiar existente, al resultar mayores los gastos que los ingresos, ya que el poder adquisitivo de los salarios: mínimo y general respectivamente, no es “suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer educación obligatoria de los hijos, como está establecido  en el Artículo 123, de nuestra Constitución Política, lo que obliga a las familias a hacer un esfuerzo extraordinario para superar la llamada cuesta  o pendiente de enero, cada vez con una mayor inclinación.

Cuesta o pendiente económica difícil de superar, lo cual se va logrando  conforme pasan los meses, no sin antes comprometer por adelantado los salarios, mediante la aceptación de un  costoso financiamiento que otorgan las modernas “tiendas de raya” de la “sociedad del conocimiento”. Prácticamente en eso se han convertido las grandes tiendas comerciales de bienes y servicios, las financieras, las instituciones bancarias, las aseguradoras y otros entes financieros que cubren el mercado crediticio; ocasionando que muchos de nuestros semejantes sean deudores permanentes, al generarse un ciclo de frecuencia anual.  

Si no fuera por el plástico financiero, sería imposible que las familias de la clase trabajadora pudieran adquirir semanalmente algunos de los 24 productos de la “canasta alimentaria”, que  según  El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), sirven para reconstruir la línea de bienestar mínimo. Productos  que de acuerdo a la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO), se cotizan entre los $ 800 y $1200, pesos, por lo que si el ingreso mensual de una familia es de un salario mínimo, no tendría posibilidad alguna de consumir los requerimientos de energía y nutrientes que recomienda (CONEVAL).

Como si fuera poco la cuesta o pendiente de enero, en el mes de febrero comienza el segundo semestre del ciclo escolar en curso, por lo que los padres de familia se verán obligados a pagar una “cuota voluntaria” por concepto de inscripción, que puede ir desde los $ 250, en los jardines de niños, hasta los $ 1800, pesos en el bachillerato, aparte de que en algunos casos también se tenga que cubrir otra aportación “voluntaria” que pudiera ser de hasta $ 1000, pesos, por una “ficha”, para que sus  hijos puedan tener derecho a presentar un examen de admisión.

Dichas dificultades para sobreponerse a la cuesta o pendiente económica de enero, son totalmente ajenas para  quienes forman parte de la clase media mexicana, que fácilmente se identifican por su capacidad adquisitiva, para satisfacer con cierto grado de calidad sus necesidades de alimentación, ropa, calzado, casa, transporte, salud, educación, recreación y cultura.

Esa es la verdadera clase media mexicana, no la que se imaginan quienes cada tres años andan haciendo campaña para algún cargo de elección popular y que poco o nada han contribuido al desarrollo de su comunidad ni les interesa vivir en una sociedad  más igualitaria ni en armonía con la naturaleza.

Quienes ahora sufren y luchan por vencer la cuesta o pendiente de enero, con la adquisición de nuevos y mejores conocimientos, responsabilidad y disciplina, algún día sus descendientes podrán mejorar sus condiciones de vida, sin necesidad de pertenecer a la clase media mexicana.

Situación social, que forma parte de un conjunto de aspiraciones pendientes de nuestros antepasados y que los gobiernos en turno siguen postergando, provocando que se amplíen las desigualdades políticas, económicas y sociales.