Fechas que no deben ser olvidadas

'Hidalgo Incendiario', un mural del pintor mexicano José Clemente Orozco realizado en 1937 ubicado en la bóveda de la escalera del Palacio de Gobierno de Jalisco.

Mayo es un mes muy especial, el domingo pasado se conmemoro el triunfo sobre el ejército francés en 1862, en defensa de nuestra soberanía, teniendo como adversario a uno de los ejércitos mas poderosos del mundo en esa época. 

Recuerdo cuando era niña, en la escuela nos llevaban al museo de historia. ¡Como me emocionaba ver las maquetas, con los cerros, los soldados y cañones, y nuestra bandera ondeando!

En ocasiones hasta nos ponían a hacer alguna representación de los hechos, nos recalcaban, la importancia de la soberanía, del no depender, ni rendir pleitesía a ningún país extranjero. Ahora, nada. Pareciera no se quiere recordar que debemos ser soberanos, y que debemos estar unidos para lograrlo.

Otra fecha que nunca olvido es el 8 de mayo, día en que nació Miguel Hidalgo y Costilla en 1753.   

Hace unos años, escribí un artículo titulado: ¡Que viva Hidalgo!, el cual al releerlo decidí transcribir una parte.

Es de celebrarse el que Miguel Hidalgo y Costilla haya existido.  Hombres como él, hacen mucha falta, no solo en nuestro país, sino en el mundo.

Revolucionario en toda la extensión de la palabra: amaba el conocimiento, luchó por la igualdad y la libertad, por la soberanía e independencia de este país. Dio su vida por la libertad en todas sus acepciones; libertad de pensamiento, de expresión, de creencias, libertad de ser, de vivir en plenitud.

Hidalgo fue incomodo al sistema económico y político imperante de entonces, sin duda lo sería también en la actualidad. Fue incomodo al poder eclesiástico, él cual lo excomulgó. Fue incomodo al imperio, al poder, al gobierno el cual lo persiguió hasta matarlo.

Muchos lo querían muerto, celebraron su muerte.

Nosotros celebramos el que haya existido, y decimos con firmeza: ¡Que viva Hidalgo…!

Que viva, en cada uno de nosotros sus ideales de libertad, igualdad, soberanía e independencia.

Que viva en cada joven, su deseo de conocimiento y el ponerlo al servicio de la humanidad, del planeta.

Dejó huella Miguel Hidalgo; su ejemplo ha sido faro de luz para miles de mentes.

Hidalgo nació en lo que era entonces la provincia de Michoacán, en el rancho de San Vicente del Caño, perteneciente a la Hacienda de San Diego de Corralejo, hoy Guanajuato, el 8 de mayo de 1753.   Su padre, Cristóbal Hidalgo y Costilla era administrador de Corralejo, su madre fue Ana María Gallaga. Fue bautizado con el nombre de Miguel Gregorio Antonio Ignacio, en la capital de Cuitzeo de los Naranjos, en junio de 1765.  Miguel Hidalgo junto a su hermano José Joaquín, vino a estudiar al Colegio de San Nicolás Obispo, dirigido por los Jesuitas, que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios sacerdotales.  Terminaron sus estudios en 1767.

Trabajó en su alma máter de 1782 a 1792, como tesorero y maestro. En 1788 fue nombrado Rector.

Hidalgo era un hombre sumamente culto, quien no se limitó a lo estudiado en la Universidad, leía mucho, observaba, investigaba. Leía muchos textos de los entonces prohibidos por el status quo. Dominaba el latín, el francés, purhépecha, otomí y náhuatl.

Hidalgo era contestario, alegre, y desobediente; no obedeció las imposiciones y prohibiciones del imperio español, ni del poder eclesiástico, ni del político y económico. Sembró uvas e hizo buen vino, sembró olivos y producía excelente aceite de olivo. Estaba a favor, y fomentaba la   autosuficiencia de los pueblos.

Le gustaba mucho la literatura, filosofía, poesía y el teatro, montaba obras contra el mal gobierno con la finalidad de crear conciencia.

 Con un ejército formado por más de 6000 indígenas, inició la lucha por nuestra independencia.  Fue nombrado capitán general de los ejércitos sublevados.

 En Atotonilco, entró al santuario local y tomó el estandarte de la virgen de Guadalupe, que simboliza a Tonantzin, nuestra madre tierra.

El 28 de septiembre entró a Guanajuato, tomando la ciudad gracias al arrojo y valentía de los propietarios originarios de estas tierras, llamados con desprecio; indios.

Tras el triunfo en Guanajuato el ejército insurgente se dirigió a Valladolid, (hoy Morelia), la cual era una de las principales ciudades del virreinato. Los primeros días de octubre, llegó a la ciudad donde se había formado académicamente y como sacerdote. Conocía el terreno que pisaba, aquí en Morelia había iniciado el movimiento por la independencia de manera clandestina.

 Días antes todos los acaudalados, principalmente españoles, comenzaron a huir. El 17 de octubre, Hidalgo entró a la ciudad con su tropa y tomó parte del patrimonio del episcopado local, para distribuirlo para armamento, comida, vestido, sustento de los miles que luchaban junto a él, para que este país no fuese más la Nueva España, sino que fuese de sus propietarios originarios; de las comunidades indígenas.  Lucharon para que esté país no rindiera pleitesía a nación extranjera alguna, para que ningún extranjero mandara en estas tierras. Para que hubiera igualdad, justicia y libertad.

 El 20 de octubre Hidalgo e Ignacio López Rayón se reunieron en Tlalpujahua, y más tarde, ese mismo día, habló con José María Morelos, en Charo.

Quien como ustedes saben, fue su alumno, igual que él fue un sacerdote cercano a los indígenas y al igual que Hidalgo luchó hasta la muerte por la justicia, la libertad y la igualdad.

Ambos fueron excomulgados, la iglesia los tachó de herejes y bandoleros, que merecían solo el desprecio y la muerte.

Al status quo, nunca le han sido agradables quienes luchan por la igualdad, la justicia y la libertad, pues son ellos los que tarde o temprano les han de derrocar.

Poco le importó a Hidalgo el ser aceptado por el poder y los poderosos, él sabía que le asistía la razón, sabía que la justicia y la libertad son los más grandes anhelos de la humanidad.

Al recordar que había sido bautizado en Cuitzeo, lugar otrora paradisiaco rodeado de enormes pinos y encinos, con uno de los lagos más grandes y bellos de México, me pregunté ¿qué pensaría Hidalgo de ver los cerros pelones, áridos, y el lago seco? ¿Qué pensaría de ver tanta violencia, despojo e injusticia?

Cuanta falta hacen seres humanos como Hidalgo, Morelos y muchos más que han dado su vida por un mundo mejor.

Para finalizar, quiero mencionar que el día de mañana, 10 de mayo, es un día que todo mexicano festeja; es fiesta nacional. Los mexicanos tenemos una veneración especial por quienes nos dieron la vida. Por quienes nos dieron a luz.

En México, desde la época prehispánica, existía el culto y veneración a la dadora de vida; a la madre. A Coatlicue diosa de la fertilidad, madre de Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra. El dar a luz, el asegurar la sobrevivencia de la especie, era y es, aun sumamente valorado.

 Imposible no darles las gracias a nuestras madres, por darnos la vida y su vida. Nuestro cariño debe dárseles cada día, llevándolo más allá de los convencionalismos sociales y mercadotecnia.

El día de las madres fue establecido sobre todo para efectos de mercadotecnia, sin embargo, este día, el amor, las sonrisas, el agradecimiento, permean todo. Ese sin duda es el mejor regalo.  Las madres al dar algo (lo dan todo), nunca lo hacen por recibir algo a cambio, lo damos todo sin esperar nada, solo la felicidad y plenitud de nuestros hijos.

Ser madre es la magia de crear, de dar, de amar en toda la extensión de la palabra.

Me encanta ver a las madres todas alegres, sabiéndose bellas dadoras de vida.

Porque eso somos las mujeres; dadoras de vida, como la madre tierra.

 Muy triste y sumamente indignante es saber que mañana no será así para todos. Muchas madres no serán festejadas, ni tienen nada que festejar.  Miles buscan y lloran a los hijos (as) desaparecidos, asesinados. Muchos hijos lloran a sus madres desaparecidas, asesinadas, encarceladas por clamar justicia.

Esto no debería pasar en ningún lugar del mundo.

 Está pasando en Gaza, en Ucrania, en Michoacán, en Sonora, Guanajuato, Jalisco, Chihuahua, Morelos, y muchos lugares más.

La sonrisa de una madre a su hijo, y la sonrisa de este a su madre es lo que debería ser siempre.

Desde aquí, desde este lado de la pantalla, estimadas lectoras les envió un enorme abrazo y les propongo que nos abracémonos todas. Agradezcamos ser parte de la magia de la vida.