Desde aquellas costas del Golfo de México el primer mandatario de la nación provocó olas de turbación, y de maldad, furibundas: “Estoy dando instrucciones irremisibles a los secretarios del gabinete para que no les hablen por teléfono a los ministros, ni acepten ninguna comunicación con el Poder Judicial Federal”.
El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, uno de los hermanitos más queridos del autócrata, explicó mostrando su falta de convencimiento a los legisladores morenistas: “Es disposición del presidente de que pongamos en la inoperancia al Instituto de Transparencia y Acceso a la Información (INAI), y así poder tener nuestro mundo ideal”.
mpero, la inteligencia del hombre no queda únicamente en poesía. La realidad de aquellos hechos sobre un cristo en su cruz, y dos acompañantes de malas costumbres también sacrificados, cierta o no, está ahí.
La responsabilidad total del actual presidente mexicano, la que le es propia y personalísima, es la muerte (no de 39), sino de más de un millón de seres humanos durante el tiempo de su ejercicio gubernativo, por su desacertada, tiránica, divisionista y arrebatada, política de salud pública, de migración, de seguridad pública, de economía, de trato directo al crimen organizado, del huachicol que no se acabó en Tlahuelilpan, de militarización del país, y de un sinfín de deslices y dislates que han terminado en asesinatos. Ante todo eso, el presidente López confiesa: “La tragedia migrante me partió el alma”.
No guardemos silencio, como nos lo sugiere inteligentemente Beatriz Pagés. Seamos activos defensores de nuestra carta magna, y del Poder Judicial Federal que cuida de su estricto cumplimiento.
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El actual presidente mexicano cada día se enreda más, y en el ejercicio del poder se encuentra totalmente desorientado.
¿Cómo defiende a su “plagiaria”...